Capítulo 22: La Funcion - Page 3 of 10
El telon acababa de levantarse y el alegre coro de campe-sinos de Corneville se presentaba á sus ojos, vestidos con susgorros de algodon y pesados zuecos de madera en los piés.Ellas, unas seis ó siete muchachas, bien pintadas de carmin enlos labios y mejillas, con grandes círculos negros en torno delos ojos para aumentar su brillo, enseñaban blancos brazos,dedos llenos de brillantes y piernas redondas y bien torneadas.Y mientras cantaban la frase normanda allez, marehez allez,marchez ! sonreían á sus respectivos adoradores de las butacascon tanta desfachatez que don Custodio, despues de mirar alpalco de la Pepay como para asegurarse de que no hacía lomismo con otro admirador, consignó en la cartera esta inde-cencia y para estar más seguro, bajó un poco la cabeza para versi las actrices no enseñaban hasta las rodillas.
— Oh, estas francesas! murmuró mientras su imaginacion se perdía en consideraciones de un grado más elevado y hacíacomparaciones y proyectos.
Quoi v'lá toas les cancanss'maine!...
canta Gertrude, una soberbia moza que mira picarescamentede reojo al Capitan General.
— ¡Cancan tenemos! exclamó Tadeo, el primer premio defrancés en su clase, y que pudo pescar esta palabra. Makaraig,van á bailar el canean!
Y se frotó alegremente las manos.
Tadeo, desde que se levantó el telon, no hacía caso de lamúsica; solo buscaba lo escandaloso, lo indecente, lo inmoralen los gestos y en los trajes, y con su poco de francés aguzabael oido para pillar las obscenidades que tanto habían pregonadolos censores severos de su patria.
Sandoval que se las daba de saber francés, se había conver-tido en una especie de intérprete para sus amigos. Sabía tantocomo Tadeo pero se ayudaba del argumento publicado por losperiódicos y lo demás se lo suplía su fantasía.
—Sí, dijo, van á bailar el canean y ella lo va á dirigir.
Makaraig y Pecson se pusieron atentos sonriéndose de ante-mano. Isagani miró á otra parte, avergonzado de que Paulitaasistiese á semejante espectáculo y pensaba que debía desafiarleá Juanito Pelaez al día siguiente.
Pero nuestros jóvenes esperaron en vano. Vino la Serpolette,una deliciosa muchacha con su gorro de algodon igualmente,provocadora y belicosa;
Hein ! qui parle de Serpoletté ?
pregunta á las chismosas, con los brazos en jarras y airebatallador. Un caballero aplaudió y despues siguieron todoslos de las butacas. Serpolette, sin dejar su actitud de buenamoza, miró al que primero la aplaudió y le pagó con una sonrisaenseñando unos diminutos dientes que parecían collarcito deperlas en un estuche de terciopelo rojo. Tadeo siguió la miraday vió á un caballero, con unos bigotes postizos y una narizmuy larga.
—Voto al chápiro! dijo, Irenillo!
—Sí, contestó Sandoval, le he visto dentro hablando conlas actrices.