Capítulo 37: Su Excelencia - Page 4 of 7

- Tengo suma satisfacción, señor Ibarra, al estrechar su mano. Permítame Ud. que le reciba en el seno de la confianza.

S.E. en efecto, contemplaba y examinaba al joven con marcado contento.

- ¡Señor... tanta bondad!.

- Su sorpresa de Ud. me ofende, me significa que no esperaba de mi un buen recibimiento: ¡esto es dudar de mi justicia!.

- Una amistosa acogida, señor, para un insignificante súbdito de S.M. como yo, no es justicia, es un favor.

- ¡Bien, bien! –dice S.E. sentándose y señalándole un asiento-; déjenos Ud. gozar un rato de expansión; estoy muy satisfecho de su conducta y ya le he propuesto al Gobierno de S.M. para una condecoración por el filantrópico pensamiento de erigir una escuela... Si Ud. se me hubiese dirigido yo habría presenciado con placer la ceremonia y acaso le habría evitado un disgusto.

- El pensamiento me parecía tan pequeño –contestó el joven- que no lo creía bastante digno para distraer la atención de V.E. de sus numerosas ocupaciones; además, mi deber era dirigirme antes a la primera autoridad de mi provincia.

S.E. movió la cabeza con aire satisfecho y adoptando cada vez un tono más familiar, continuó:

- En cuanto al disgusto que Ud. ha tenido con el P. Dámaso, no guarde ni temor ni rencores: no se le tocará un pelo de su cabeza, mientras yo gobierne las Islas; y por lo que respecta a la excomunión, ya hablaré con el Arzobispo, porque es menester que nos amoldemos a las circunstancias; aquí no podríamos reírnos de estas cosas en público como en la Península o en la culta Europa. Con todo, sea Ud. en lo sucesivo más prudente; se ha colocado frente a frente a las Corporaciones religiosas, que, por su significación y su riqueza, necesitan ser respetadas. Pero yo le protegeré a Ud. porque me gustan los buenos hijos, me gusta que se honre la memoria de los padres; yo también he amado a los míos y, ¡vive Dios!, no sé lo que habría hecho en su lugar...

Y cambiando rápidamente de conversación, peguntó:

- Me han dicho que Ud. viene de Europa; ¿estuvo en Madrid?.

- Sí, señor, algunos meses.

- ¿Oyó Ud. acaso hablar de mi familia?.

- Acababa V.E. de partir cuando tuve el honor de ser presentado a ella.

- Y ¿cómo entonces se vino Ud. sin traerme ninguna recomendación?.

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