Capítulo 24: En El Bosque - Page 3 of 9

Se abrían frascos de limonada, se partían cocos verdes para los que salían del baño bebiesen su agua fresca y comiesen su tierna carne, más blanca que la leche; las jóvenes recibían además un rosario de sampagas, entremezcladas de rosas e ilang-ilang, que perfumaban la suelta cabellera. [22] Sentábanse o recostábanse en las hamacas, suspendidas de las ramas, o se entretenían jugando al rededor de una ancha piedra, sobre la cual se veían naipes, tableros, libritos, sigüeyes y piedrezuelas.

Enseñáronle al cura el caimán, pero al parecer estaba distraído y sólo prestó atención cuando le dijeron que aquella ancha herida la había hecho Ibarra. Por lo demás no era posible ver al célebre y desconocido piloto; había desaparecido ya antes de la llegada del alférez.

Al fin salió María Clara del baño, acompañada de sus amigas, fresca como una rosa en su primera mañana cuando brilla el rocío, chispas de diamante en los divinos pétalos. Su primera sonrisa fue para Crisóstomo, y la primera nube de su frente para el P. Salví. Este notó y no suspiró.

Llegó la hora de comer. El cura, el coadjutor, el alférez, el gobernadorcillo y algunos capitanes más con el teniente mayor sentáronse en una mesa que presidía Ibarra. Las madres no permitieron que ningún hombre comiese en la mesa de las jóvenes.

- Esta vez, Albino, no inventas agujeros como en la barca –dice León al ex seminarista.

- ¿Qué?. ¿Qué es eso? –preguntaron las viejas.

- Las barcas, señoras, estaban tan enteras como este plato –aclaró León.

- ¡Jesús, saramullo! [23] –exclama tía Isabel sonriendo.

-¿Sabe Ud. algo ya, señor alférez, del criminal que maltrató al P. Dámaso? –preguntaba Fr. Salví en la comida a aquél.

- ¿De qué criminal, P. Cura? –preguntó el alférez mirando al fraile a través del vaso de vino que vaciaba.

- ¿De quién ha de ser?. ¡Del que anteayer tarde golpeó al P. Dámaso en el camino!.

- ¿Golpeó al P. Dámaso? –preguntaron varias voces.

El coadjutor pareció sonreír.

- ¡Sí, y el P. Dámaso está ahora en cama!. Se cree sea el mismo Elías que le arrojó a Ud. en el charco, señor alférez.

El alférez se puso colorado de vergüenza o de vino.

- Pues yo creía –continuó el P. Salví con cierta burla- que estaba Ud. enterado del asunto, yo decía, alférez de la Guardia Civil...

[22] Sampaga es transliteración de champaca, más conocida hoy por su diminutivo sampagita. Sampaga e ilang-ilang son flores pequeñas blancas de fragrancia exquisita.

[23] Algo así como 'bandido!' en español.

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di-nagtátanáw-tamá