Capítulo 20: La Junta En El Tribunal - Page 6 of 8

- ¡Muy fácilmente! –contestó el joven-. Traigo aquí dos comedias que seguramente el buen gusto y conocido discernimiento de los respetables ancianos, aquí reunidos, encontrarán muy aceptables y divertidas. Titúlase una “La Elección del Gobernadorcillo”; es una comedia en prosa, en cinco actos, escrita por uno de los presentes. La otra en nueve actos para dos noches, es un drama fantástico de carácter satírico, escrito por uno de los mejores poetas de la provincia y se titula “Mariang Makiling”. Viendo nosotros que se retardaba la discusión de los preparativos de la fiesta y temiendo que nos falte tiempo, hemos buscado en secreto nuestros actores y les hemos hecho aprender sus papeles. Esperamos que con una semana de ensayos tendrán más que lo suficiente para salir airosos de su cometido. Esto, señores, además de ser nuevo, útil y razonable, tiene la gran ventaja de ser económico: trajes no necesitamos, los nuestros sirven, los de la vida común.

- ¡Yo costeo el teatro! –exclamó entusiasmado Capitán Basilio.

- ¡Si salen cuadrilleros, presto los míos! –dijo el Capitán de cuadrilleros.

- Y yo... y yo... si necesitan un viejo... –balbuceaba otro y se erguía con prosopopeya.

- ¡Aceptado!, ¡aceptado!. Gritaron muchas voces.

El teniente mayor estaba pálido de emoción, llenáronse de lágrimas sus ojos. “¡Llora de despecho!”, pensó el intransigente y gritó:

- ¡Aceptado, aceptado sin discusión!.

Y satisfecho de su venganza y de la completa derrota de su adversario, el hombre empezó a elogiar el proyecto del joven. Este prosiguió:

- Una quinta parte del dinero recaudado se puede emplear para distribuir algunos premios, por ejemplo, al mejor chico de la escuela, al mejor pastor, labrador, pescador, etc. Podremos organizar regatas en el río y en el lago, carreras de caballo, levantar cucañas e instituir otros juegos en que pueden tomar parte nuestros campesinos. Concedo que por razón a nuestra inveteradas costumbres tengamos fuegos artificiales: ruedas y castillos ofrecen espectáculos muy hermosos y divertidos, pero no creo que necesitemos las bombas que propuso el teniente mayor. Para alegrar la fiesta dos bandas de música son suficientes, así evitamos esas riñas y enemistades, que hacen de los pobres músicos, que vienen a alegrar nuestras fiestas con su trabajo, unos verdaderos gallos de pelea, retirándose después mal pagados, mal alimentados, contusos y a veces heridos. Con el dinero que ha de sobrar se puede principiar la construcción de un pequeño edificio para servir de escuela, pues no hemos de esperar que Dios mismo descienda y nos la levante: es triste la cosa que mientras tenemos una gallera de primer orden, nuestros niños aprendan poco menos que en la cuadra del cura. He aquí el proyecto a la ligera: el perfeccionarlo será la obra de todos.

Un alegre murmullo se levantó en la sala: casi todos asentían con el joven, sólo algunos murmuraban:

- ¡Cosas nuevas!, ¡cosas nuevas!. ¡En nuestra juventud...!.

- ¡Aceptémoslo por ahora! –decían los otros-, humillemos a aquél. Y señalaban al teniente mayor.

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nábagoóng