Capítulo 24: Sueños - Page 4 of 6

—Sin embargo, anoche ni siquiera se apercibió usted de queestaba en el teatro; todo el tiempo le estuve observando y noapartaba usted sus ojos de aquellas cochers...

Se cambiaron los papeles; Isagani que venía para pedir expli-caciones, las tuvo que dar y se consideró muy feliz cuandoPaulita le dijo que le perdonaba. En cuanto á la presencia deésta en el teatro, todavía era de agradecérsela; ella, forzadapor la tía, solo se había decidido con la esperanza de verledurante la funcion. Bien se burlaba ella de Juanito Pelaez!

—Mi tía es quien está enamorada! dijo riendo alegremente.

Riéronse ambos, el casamiento de Pelaez con doña Victorinales puso locos de contento y lo vieron ya como realizado; peroIsagani se acordó de que don Tiburcio vivía y confió :í suamada el secreto, despues de hacerla prometer que no lo diríaá nadie. Paulita prometió pero con la reserva mental de con-társelo á su amiga.

Esto llevó la conversacion al pueblo de Isagani, rodeado debosques y situado á orillas del mar que ruge al pié de las ele-vadas rocas.

La mirada de Isagani se iluminaba al hablar de aquel oscurorincon ; el fuego del orgullo encendía sus mejillas, vibraba suvoz, su imaginacion de poeta se caldeaba, las palabras le veníanardientes, llenas de entusiasmo como si hablase al amor de suamor y no pudo menos de exclamar :

—Oh! en la soledad de mis montañas me siento libre, librecomo el aire, como la luz que se lanza sin frenos por el espacio!Mil ciudades, mil palacios diera yo por el rincon de Filipinas,donde lejos de los hombres me siento con verdadera libertad!Allí, con la naturaleza cara á cara, delante del misterio y delinfinito, el bosque y el mar, pienso, hablo y obro como unhombre que no reconoce tiranos !

Paulita, ante tanto entusiasmo por el pueblo natal, entusias-mo que no comprendía, ella que estaba acostumbrada á oir hablar mal de su país y hacer de vez en cuando coro, manifestóciertos celos haciéndose como siempre la resentida.

Pero Isagani la tranquilizó muy pronto.

— Sí, dijo, yo le amaba sobre todas las cosas antes de cono-certe! Gustábame vagar en la espesura, dormir á la sombra delos árboles, sentarme sobre la cima de una roca para abarcarcon la mirada el Pacífico que revuelve delante de mí sus azulesolas, trayéndome el eco de los cantos aprendidos en las playasde la América libre... Antes de conocerte, aquel mar era paramí mi mundo, mi encanto, mi amor, mis ilusiones. Cuandoduerme en calma y el sol brilla en la altura, me deleitaba miran-do al abismo, á cincuenta metros á mis piés, buscandomonstruos en los bosques de madréporas y corales que se colum-bran al través del límpido azul, las enormes serpientes que; aldecir de los campesinos, dejan los bosques para vivir en el mar yadquirir fprmas espantcsas.. Por las tardes que es cuando, dicen,aparecen las sirenas, las espiaba yo entre una y otra ola, contanto afan que una vez creí distinguirlas en medio de la espu-ma, ocupadas en sus divinos juegos; oí distintamente sus cantos,cantos de libertad, y percibí los sonidos de sus argentinas arpas.Antes pasaba horas y horas mirando trasformarse las nubes,contemplando un arbol solitario en el llano, una roca, sinpoder darme razon del por qué, sin poder definir el vago sen-timiento que en mí despertaban. Mi tío me solía predicar largossermones y temiendo me volviese hipocondríaco hablaba dellevarme á casa de un médico. Pero te ví, te amé, y en estasvacaciones, parecíame que algo me faltaba allí, el bosqueestaba oscuro, triste el río que corre en la espesura, monótonoel mar, desierto el horizonte... Ah ! si fueses una sola vez, situs plantas hollasen aquellos senderos, si agitases con la puntade tus dedos las aguas del arroyo, si mirases al mar, te sentasesen la roca é hicieses vibrar el aire con tus melodiosos cantos,mi bosque se trasformaría en Eden, las ondas del arroyo can-tarían, brotaría la luz de las oscuras hojas, se convertirían enbrillantes las gotas de rocío y en perlas las espumas del mar!

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abot-dilí