Capítulo 20: El Ponente - Page 4 of 5

Don Custodio refiriéndose á su política ya no se contentabacon la palabra arte. Y al decir gobernar estendía la manobajándola á la altura de un hombre de rodillas, encorvado.

En cuanto á ideas religiosas preciábase de ser católico, muycatólico, ah! la católica España, la tierra de María Santísima...un liberal puede y debe ser católico donde los retrógrados se lasechan de dioses ó santos cuando menos, así como un mulato pasapor blanco en la Cafrería. Con todo, comía carne durante laCuaresma menos el Viernes santo, no se confesaba jamás, nocreía en milagros ni en la infalibilidad del Papa y cuando oíamisa, se iba ála de diez óá la más corta, la misa de tropa. Aunqueen Madrid había hablado mal de las órdenes religiosas para nodesentonar del medio en que vivía, considerándolas corno ana-cronismos, echando pestes contra la Inquisicion y contando taló cual cuento verde ó chusco donde bailaban los hábitos ó, mejor,frailes sin hábitos, sin embargo al hablar de Filipinas que debenregirse por leyes especiales, tosía, lanzaba una mirada de inteli-gencia, volvía á estender la mano á la altura misteriosa,

— Los frailes son necesarios, son un mal necesario, decía.

Y se enfurecía cuando algun indio se atrevía á dudar de losmilagros ó no creía en el Papa. Todos los tormentos de la Inqui-sicion eran pocos para castigar semejante osadía.

Si le objetaban que dominar ó vivir á costa de la ignoranciatiene otro nombre algo mal sonante y lo castigan las leyes cuandoel culpable es uno solo, él se salía citando otras colonias.

— Nosotros, decía con su voz de ceremonia, podemos hablarmuy alto! No somos como los ingleses y holandeses que paramantener en la sumision á los pueblos se sirven del látigo...disponemos de otros medios más suaves, más seguros; el salu-dable influjo de los frailes es superior al látigo inglés....

Esta frase suya hizo fortuna y por mucho tiempo Ben Zaybla estuvo parafraseando y con él toda Manila, la Manila pensa-dora la celebraba; la frase llegó hasta la Corte, se citó en elParlamento como de un liberal de larga residencia etc. etc. etc.y los frailes, honrados con la comparacion y viendo afianzado su prestigio, le enviaron arrobas de chocolate, regalo que devol-vió el incorruptible don Custodio, cuya virtud inmediatamenteBen Zayb comparó con la de Epaminondas. Y sin embargo, elEpaminondas moderno se servía del bejuco en sus momentosde cólera, y lo aconsejaba!

Por aquellos dias, los conventos, temerosos de que diese undictamen favorable á la peticion de los estudiantes, repetíansus regalos y la tarde en que le vemos, estaba más apurado quenunca, pues su fama de activo se comprometía. Hacía más dequince días que tenía en su poder el expediente y aquella mañanael alto empleado, despues de alabar su celo, le había pregun-tado por su dictámen. Don Custodio respondió con misteriosagravedad dando á entender que ya lo tenía terminado : el altoempleado se sonrió, y aquella sonrisa ahora le molestaba yperseguía.

Como decíamos, bostezaba y bostezaba. En uno de esos mo-vimientos, en el momento en que abría los ojos y cerraba laboca, se fijó en la larga fila de cartapacios rojos, colocados órde-nadamente en el magnífico estante de kamagon : al dorso decada uno se leía en grandes letras : PROYECTOS.

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