Capítulo 20: El Ponente - Page 2 of 5
Apesar de tantos cargos, D. Custodio no era de los que sedormían en las sesiones contentándose, como los diputadostímidos y perezosos, con votar con la mayoría. Al reyes demuchos reyes de Europa que llevan el título de rey de Jerusalem,D. Custodio hacía valer su dignidad y sacaba de ella todo eljugo que podía, fruncía mucho las cejas, ahuecaba la voz, tosíalas palabras y muchas veces hacía el gasto de toda la sesioncontando un cuento, presentando un proyecto ó combatiendoá un colega que se le había puesto entre ceja y ceja. Apesar deno pasar de los cuarenta, hablaba entonces de obrar con tiento,de dejar que se maduren las brevas, y añadia por lo bajo, me-lones! — de pensar mucho y andar con pies de plomo, de lanecesidad de conocer el pais, porque las condiciones del indio,porque el prestigio del nombre español, porque primero eranespañoles, porque la religion etc. etc. Todavía se acuerdan enManila de un discurso suyo cuando por primera vez se pro-puso el alumbrado de petróleo para sustituir el antiguo deaceite de coco : en aquella inovacion, lejos de ver la muerte dela industria del aceite, solo columbró los intereses de ciertoconcejal — porque D. Custodio ve largo — y opúsose con todoslos ecos de su cavidad bucal, encontrando el proyecto demasiadoprematuroy vaticinando grandes cataclismos sociales. No menoscélebre fué su oposicion á una serenata sentimental que algunosquerían dar á cierto gobernador en la víspera de su marcha :D. Custodio que estaba algo resentido por no recordamos quédesaires; supo insinuar la especie de si el astro veniente era enemigo mortal del saliente, con lo que atemorizados los de laserenata, desistieron.
Un día, aconsejáronle volver á España para curarse de unaenfermedad del hígado, y los periódicos hablaron de él comode un Anteo que necesitaba poner el pié en la Madre Patria pararecobrar nuevas fuerzas; mas el Anteo manileño se encontró enmedio de la Corte, tamañito é insignificante. Allí él no era nadiey echaba de menos sus queridos adjetivos. No alternaba conlas primeras fortunas, su carencia de instruccion no le dabamucha importancia en los centros científicos y academias, ypor su atraso y su política de convento, salía alelado de loscírculos, disgustado, contrariado, no sacando nada en clarosino que allí se pegan sablazos y se juega fuerte. Echaba demenos los sumisos criados de Manila que le sufrian todas lasimpertinencias, y entonces le parecían preferibles; como el in-vierno le pusiese entre un brasero y unapulmonía, suspirabaporel invierno de Manila en que le bastaba una sencilla bufanda;en el verano le faltaba la silla perezoza y el bata para abani-carle, en suma, en Madrid era él uno de tantos y, apesar de susbrillantes, le tomaron una vez por un paleto que no sabeandar, y otra por un indiano, se burlaron de sus aprensiones yle tomaron el pelo descaradamente unos sablacistas por éldesairados. Disgustado de los conservadores que no hacíangran caso de sus consejos, como de los gorristas que le chupa-ban los bolsillos, declaróse del partido liberal volviéndose antesdel año á Filipinas, si no curado del hígado, trastornado porcompleto en sus ideas.
Los once meses de vida de Corte, pasados entre políticos decafé, cesantes casi todos ; los varios discursos pescados aquí yallí, tal ó cual artículo de oposicion y toda aquélla vida polí-tica que se absorbe en la atmósfera, desde la peluquería entreen tijeretazo y tij eretazo del Fígaro que espone su programa hastalos banquetes donde se diluyen en periodos armoniosos y frasesde efecto los distintos matices de credos políticos, las diver-gencias, disidencias, descontentos, etc., todo aquello, á medidaque se alejaba de Europa renacía con potente sávia dentro desí como semilla sembrada, impedida de crecer por espesofollaje, y de tal manera que, cuando fondeó en Manila, se creyoque la iba á regenerar y en efecto tenía los más santos pro-pósitos y los más puros ideales.
A los primeros meses de su llegada, todo era hablar de laCorte, de sus buenos amigos, de ministro Tal, ex-ministroCual, disputado C, escritor B; no había suceso político, escán-dalo cortesano del que no estuviese enterado en sus mínimosdetalles, ni hombre público de cuya vida privada no conocieselos secretos, ni podía suceder nada que no hubiese previstoni dictarse una reforma sobre la que no le hubiesen pedidoanticipadamente su parecer y todo esto sazonado de ataquesá los conservadores, con verdadera indignado!), de apologíasdel partido liberal, de un cuentecillo aquí, una frase allá de un;cande hombre, intercalando como quien no quiere ofrecimien-tos y empleos que rehusó por no deber nada á los conserva-dores. Tal era su ardor en aquellos primeros días que varios delos contertulios en el almacen de comestibles que visitaba de vezen cuando, se afiliaron al partido liberal y liberales se llamaronD. Eulogio Badana, sargento retirado de carabineros, el honradoArmendía piloto y furibundo carlista, D. Eusehio Picote, vistade aduanas y D. Bonifacio Tacon, zapatero y talabartero.