Epílogo

VIVIENDO AÚN MUCHOS de nuestros personajes, y habiendo perdido de vista a los otros, es imposible un verdadero epílogo. Para bien de la gente, mataríamos con gusto a todos nuestros personajes empezando por el P. Salví y acabando por Dª Victorina, pero no es posible... ¡qué vivan!, el país y no nosotros los ha de alimentar al fin...

Desde que María Clara entró en el convento, el P. Dámaso dejó el pueblo para vivir en Manila, al igual del P. Salví que, mientras espera una mitra vacante, predica varias veces en la iglesia de Sta. Clara, en cuyo convento desempeña un cargo importante. No pasaron muchos meses y el P. Dámaso recibió la orden del M.R.P. Provincial para desempeñar el curato en una provincia muy lejana. Cuéntase que tomó tanto pesar en ello que al día siguiente le hallaron muerto en su alcoba. Unos dijeron que murió de apoplejía, otros de una pesadilla, pero el médico disipó las dudas declarando que murió de repente.

Ninguno de nuestros lectores reconocería ahora a Capitán Tiago si le viese. Ya semanas antes de profesar María Clara, cayó en un estado de abatimiento tal que empezó a enflaquecer y a ponerse muy triste, meditabundo y desconfiado, como su ex amigo, el infeliz Capitán Tinong. Tan pronto como las puertas del convento se cerraron, ordenó a su desconsolada prima, la tía Isabel, recogiese cuanto su hija y difunta esposa había pertenecido, se fuese a Malabon [1] o S. Diego, pues quería vivir solo en adelante. Dedicose al liampó y a la gallera con furia, y empezó a fumar opio. Ya no va a Antipolo, ni manda decir misas; Dª. Patrocinio, su vieja competidora, celebra piadosamente su triunfo, poniéndose a roncar durante los sermones. Si alguna vez, al caer de la tarde, os paseáis por la primera calle de Santo Cristo, veréis, sentado en la tienda de un chino, a un hombre pequeño, amarillo, flaco, encorvado, con los ojos hundidos y soñolientos, labios y uñas de un color sucio, mirando a la gente como si no la viese. Al llegar la noche le veréis levantarse con trabajo y, apoyado en un bastón, dirigirse a una estrecha esquinita, entrar en una sucia casucha, encima de cuya puerta se lee en grandes letras rojas: FUMADERO PÚBLICO DE ANFIÓN. [2] Este es aquél Capitán Tiago tan célebre, hoy completamente olvidado, hasta del mismo sacristán mayor.

Dª. Victorina ha añadido a sus rizos postizos y a su andaluzamiento, [3] si nos pasan la palabra, la nueva costumbre de querer guiar los caballos del coche, obligando a D. Tiburcio a estarse quieto. Como por la debilidad de su vista sucedían muchas calamidades, ella usa ahora quevedos, [4] que le dan un aspecto famoso. El doctor no ha vuelto a ser llamado para asistir a nadie; los criados le ven muchos días de la semana sin dientes, lo cual, como saben nuestros lectores, es de muy mal agüero.

Linares, único defensor de este desgraciado, hace tiempo descansa en Paco, [5] víctima de una disentería y de los malos tratamientos de su cuñada.

El victorioso alférez se fue a España, de teniente con grado de comandante, dejando a su amable mujer en su camisa de franela, cuyo color es ya incalificable. La pobre Ariadna, [6] al verse abandonada, se consagró también, como la hija de Minos, al culto de Baco y al cultivo del tabaco, y bebe y fuma con tal pasión que ya la temen no sólo las jovencitas sino también las viejas y los chiquillos.

Vivirán probablemente aún nuestros conocidos del pueblo de S. Diego, si es que no se han muerto en la explosión del vapor Lipa, que hacía el viaje a la provincia. Como nadie se cuidó de saber quiénes fueron los infelices que en aquella catástrofe murieron, a quienes pertenecieron las pierna y brazos desparramados en la Isla de la Convalecencia [7] y en las orillas del río, ignoramos por completo si entre ellos iba algún conocido de nuestros lectores. Estamos satisfechos, como el Gobierno y la Prensa de entonces, con saber que el único fraile que en el vapor estaba se ha salvado y no pedimos más. Lo principal para nosotros es la vida de los virtuosos sacerdotes, cuyo reinado en Filipinas conserve para bien de nuestras almas.

[1] Malabón es un pueblo costero cercano y al norte de Manila. Ver mapa satélite.

[2] Anfión era el opio preparado para fumar. La hacienda controlaba el uso del opio como vicio que sólo se permitía a los chinos en lugares aprobados.

[3] Rizal inventa una palabra, 'andaluzamiento,' para describir una de las manías de Dña. Victorina y empieza a usarla en el capítulo 60. Todo el que domina bien una lengua inventa palabras cuando le conviene para causar un cierto efecto y le preocupa poco que estén o no en el diccionario. Rizal fué contemporáneo de Unamuno y ambos coincidieron en la Universidad Central de Madrid aunque es posible que no se conocieran personalmente. Sin embargo Unamuno más tarde supo de Rizal por quien llegó a sentir una especie de afinidad espiritual. Es curioso que Unamuno, como Rizal, usaba en sus obras palabras a sabiendas de que no estaban en el dicionario de la Real Academia. A su Vida de Don Quijote y Sancho, al final, apone un Vocabulario con las palabras que usa en el libro y que la Academia no había admitido 'todavía.' Unamuno decía todavía porque cuando le advertían que alguna de esas palabras no estaba en el diccionario contestaba muy seguro "Ya estarán!" convencido de ello porque las recogía de sus conversaciones con gente de los pueblos de Salamanca que las usaban desde hacía siglos y por lo tanto eran españolas aunque no estuvieran 'todavía' admitidas por la Academia como tales. Y Rizal usó 'andaluzamiento' que no estaba en el diccionario porque los hablantes de español, que son los que hacen la lengua y no la Academia, usan el lenguaje de esa manera, ya se admitirá la palabra cuando o si llega el tiempo y si es oportuno.

[4] Llamábanse quevedos a unos anteojos de alambre de lentes redondas. Tomaron el nombre de un conocido retrato del gran escritor del siglo de oro, novelista y poeta satírico español, Francisco de Quevedo donde aparece con esos anteojos.

[5] Es decir, está muerto, enterrado en el cementerio de Paco, entonces pueblo, hoy distrito de Manila. Es un cementerio de architectura peculiar, de planta redonda con un parque y una iglesia en el medio, los nichos en la pared circular. Construído en 1829, hoy es parque nacional y se usa como lugar de conciertos. La iglesia es lugar favorito de bodas.

[6] Ariadna, hija del rey Minos de Creta, ayudó a salir del laberinto de su padre al joven Teseo que después la abandonó. Venus se compadeció de su estado y la prometió que se casaría con un marido inmortal, que resultó ser Baco.

[7] Así se llamó, y se llama, la Isla de San Gabriel en medio del río Pásig en la vecindad del distrito de San Miguel, cerca de Malacañang, porque albergaba un lugar de reposo para enfermos regentado por los Hermanos de San Juan de Dios. Hoy se ubica en la isla un horfanato de las Hermanas de la Caridad que conserva el nombre español de Hospicio de San José. En diciembre de 1882, el vapor Lipa que hacía travesía regular entre Manila y los pueblos costeros de la Laguna de Bai explotó y se hundió en las proximidades de la isla. En vida de Rizal se construyó un puente de madera sobre el río con dos tramos independientes convergentes en la isla, el Puente Ayala, que se arruinó en pocos años. El de hierro que existe hoy es de la segunda década del siglo XX.

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