Capítulo 61: La Caza En El Lago - Page 3 of 5

- Perderemos algunos minutos de tiempo –dijo en voz baja-, debemos entrar en el río Beata [6] para simular que soy de Peña Francia. Veréis el río que cantó Francisco Baltasar. [7]

El pueblo dormía a la luz de la luna. Crisóstomo se levantó para admirar la paz sepulcral de la Naturaleza. El río era estrecho y sus orillas formaban llano, sembrado de zacate.

Elías arrojó su carga en la orilla, cogió una larga caña y sacó debajo de la yerba algunos vacíos bayones o sacos hechos de hoja de palmera. Siguieron navegando.

- Sois dueño de vuestra voluntad, señor, y de vuestro porvenir –dijo a Crisóstomo que se mantenía silencioso-. Pero si me permitís una observación, os diría: Mirad bien lo que vais a hacer, vais a encender la guerra, pues tenéis dinero, cabeza y encontraréis pronto muchos brazos, fatalmente hay muchos descontentos. Mas, en esta lucha que vais a emprender, los que más sufrirán son los indefensos e inocentes. Los mismos sentimientos que hace un mes hacían que me dirigiese a vos pidiendo reformas, son también los que me mueven ahora a deciros que meditéis. El país, señor, no piensa separarse de la Madre Patria; no pide más que un poco de libertad, de justicia y de amor. Os secundarán los descontentos, los criminales, los desesperados, pero el pueblo se abstendrá. Os equivocáis si, viendo todo oscuro, creéis que el país está desesperado. El país sufre, sí, pero aún espera, cree, y sólo se levantará cuando haya perdido la paciencia, esto es, cuando lo quieran los que gobiernan, lo cual aún está lejos. Yo mismo no os seguiría; jamás acudiré a esos remedios extremos mientras vea esperanza en los hombres.

- ¡Entonces iré sin vos! –repuso Crisóstomo resuelto.

- ¿Es vuestra firme decisión?.

- ¡Firme y única, testigo la memoria de mi padre!. Yo no me dejo arrancar impunemente paz y felicidad, yo que sólo he deseado el bien, yo que todo he respetado y sufrido por amor a una religión hipócrita, por amor a una patria. ¿Cómo me han correspondido?. Hundiéndome en un calabozo infame y prostituyendo a mi futura esposa. ¡No, no vengarme sería un crimen, sería animarlos a nuevas injusticias!. No, fuera cobardía, pusilanimidad gemir y llorar cuando hay sangre y vida, ¡cuándo al insulto y al reto se une el escarnio!. Yo llamaré a ese pueblo ignorante, le haré ver su miseria; que no piense en hermanos; ¡sólo hay lobos que se devoran, y les diré que contra esa opresión se levanta y protesta el eterno derecho del hombre para conquistar su libertad!.

- ¡El pueblo inocente sufrirá!.

- ¡Mejor!. ¿Podéis conducirme hasta la montaña?.

- ¡Hasta que estéis en seguridad! –contestó Elías.

Salieron de nuevo al Pasig. Hablaban de cuando en cuando de cosas indiferentes.

- ¡Santa Ana! –murmuró Ibarra-. ¿Conocéis esta casa?.

Pasaban delante de la casa de campo de los jesuitas. [8]

[6] No es río propiamente sino un canal o estero llamado hoy Estero de Pandacan, tiene forma de medio arco y la calle que lo bordea por la ribera norte conserva el nombre del 'río' del tiempo de Rizal y se llama Calle Beata.

[7] Francisco Balagtás o Baltazar, el más renombrado poeta lírico filipino. Más sobre Balagtás en la nota 29 al Capítulo 7.

[8] Desde Malacañang, el río Pásig describe una gran 'S' invertida, el sitio de recreo de los jesuítas estaba en la curva sur de la 'S,' cerca de la iglesia de los franciscanos de Santa Ana. Debió ser una finca muy bonita, como muchas de las que había a las orillas del río yendo hacia la Laguna de Bay. Los jesuítas mantienen en el lugar un centro de retiro en una calle corta perpendicular al río que se llama Jesuítas.

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