Capítulo 47: Las Dos Señoras
MIENTRAS CAPITÁN TIAGO jugaba su lásak, Dª Victorina daba un paseo por el pueblo, con la intención de ver cómo tenían los indolentes indios sus casas y sementeras. Se había vestido lo más elegantemente que podía, poniéndose sobre la bata de seda todas las cintas y flores, para imponer a los provincianos y hacerles ver cuánta distancia mediaba entre ellos y su sagrada persona, y dando el brazo a su marido cojo se pavoneó por las calles del pueblo, entre la estupefacción y la extrañeza de los habitantes. El primo Linares se había quedado en casa.
- ¡Qué feas casas tienen estos indios! –empezó Dª. Victorina haciendo una mueca-; yo no sé como pueden vivir allí: se necesita ser indio. Y ¡qué mal educados son y qué orgullosos!. ¡Se encuentran con nosotros y no se descubren!. Pégalos en el sombrero como hacen los curas y los tenientes de la Guardia Civil; enséñales urbanidad.
- Y ¿si me pegan? –pregunta el Dr. Espadaña.
- ¡Para eso eres hombre!.
- ¡Pe... pero estoy cojo!.
Dª. Victorina se iba poniendo de mal humor; las calles no estaban adoquinadas y la cola de su bata se llenaba de polvo. Encontrábase además con muchas jóvenes que, al pasar a su lado, bajaban los ojos y no miraban, como debían, su lujoso traje. El cochero de Sinang, que conducía a ésta y a su prima en un elegante tres-por-ciento, tuvo la desfachatez de gritarle ¡tabî! [8] Con voz tan imponente, que ella tuvo que apartarse y sólo pudo contestar: “Mírale al bruto del cochero!. ¡Le voy a decir a su amo que eduque mejor a sus criados!”.
- ¡Volvamos a casa! –mandó a su marido.
Éste, que temía una tormenta, giró sobre su muleta obedeciendo al mandato.
Encontráronse con el alférez, saludáronse y esto aumentó el descontento de Dª. Victorina: el militar no sólo no le hizo ningún cumplido por su traje sino que casi lo examinó con burla.
- Tú no debías darle la mano a un simple alférez –dijo a su marido al alejarse aquél-; él apenas tocó su capacete y tú te quitaste el sombrero; ¡no sabes guardar el rango!.
- ¡Él es jefe a... aquí!.
-Y ¿qué nos importa?. ¿Somos acaso indios?.
- ¡Tienes razón! –contestó él que no quería reñir.
[8] Tres-por-ciento es un coche de caballos descubierto de cuatro ruedas y uno o dos caballos. Tabí! significa 'a un lado!', manera brusca de perdir paso.