Capítulo 48: Quantum Mutata Ab Illa

Quantum Mutata Ab Illa [12]

Volverán las oscuras golondrinas...

BÉCQUER [13]

COMO HABÍA ANUNCIADO LUCAS, Ibarra llegó al día siguiente. Su primera visita fue para la familia de Capitán Tiago con el objeto de ver a María Clara y referir que Su Ilustrísima ya le había reconciliado con la Religión: traía una carta de recomendación para el cura, escrita del puño mismo del Arzobispo. No poco se alegró de ellos tía Isabel, que quería al joven y no veía con tan buenos ojos el casamiento de su sobrina con Linares. Capitán Tiago no estaba en casa.

- Pase Ud. –decía la tía en su medio castellano-; María , D. Crisóstomo está otra vez en gracia de Dios; el Arzobispo le ha descomulgado.

Pero el joven no pudo avanzar, la sonrisa se heló en sus labios y la palabra huyó de su memoria. Junto al balcón, de pie, al lado de María Clara, estaba Linares, tejiendo ramilletes con las flores y las hojas de las enredaderas; en el suelo yacían esparcidas rosas y sampagas. María Clara, recostada en su sillón, pálida, pensativa, la mirada triste, jugaba con un abanico de marfil, no tan blanco como sus afilados dedos.

A la presencia de Ibarra, Linares se puso pálido y las mejillas de María Clara se tiñeron de carmín. Trató de levantarse pero, faltándole las fuerzas, bajó los ojos y dejó caer el abanico.

Un embarazoso silencio reinó por algunos segundos. Al fin Ibarra pudo adelantarse y murmurar tembloroso:

- Acabo de llegar y he venido corriendo para verte... Hallo que estás mejor de lo que yo creía.

María Clara parecía que se había vuelto muda; no profería una palabra y continuaba con los ojos bajos.

Ibarra miró a Linares de pies a cabeza, mirada que el vergonzoso joven sostuvo con altivez.

- Vamos, veo que mi llegada no era esperada –repuso lentamente-. María, perdóname que no me haya hecho anunciar; otro día podré darte explicaciones sobre mi conducta... todavía nos veremos... con seguridad.

Estas últimas palabras fueron acompañadas de una mirada para Linares. La joven levantó hacia él los hermosos ojos, llenos de pureza y melancolía, tan suplicantes y elocuentes que Ibarra se detuvo confuso.

- ¿Podré venir mañana?.

- Sabes que para mí siempre eres bien venido –contestó ella apenas. Ibarra se alejó tranquilo en apariencia, pero con una tempestad en la cabeza y el frío en el corazón. Lo que acababa de ver y de sentir era incomprensible: ¿qué era aquello, duda, desamor, traición?.

- ¡Oh, mujer al fin!.

[12] Muchas versiones del Noli titulan este capítulo 'EL ENIGMA.' El manuscrito original de Rizal lo titula 'QUANTUM MUTATA AB ILLA,' paráfrasis tomada de la Eneida de Virgilio. Eneas cuenta a Dido la caída de Troya que él mismo presenció y cómo mientras dormía se le aparece el fantasma de Héctor cubierto de sangre y polvo y con los pies hinchados. Eneas exclama quantum mutatus ab illo Hectore qui redit exuvias indutus Achilli, en español 'qué distinto de aquel Héctor que volvía envuelto en los expolios de Aquiles...' Rizal lo aplica a Maria Clara y por lo tanto tiene que cambiar el género a femenino, 'qué distinta de aquella.' Este editor prefiere el título que Rizal dió al capítulo que además es mucho más adecuado que 'El Enigma.'
La frase debía ser de uso común entre los estudiantes del tiempo de Rizal estudiante porque su hermano Paciano, que estudió leyes en la Universidad de Santo Tomás unos años antes que él cursara medicina, también la usa en la carta que escribe a José el 27 de mayo de 1890. Se refiere Paciano con ella a la lentitud con la que operaba la policía local para atender a denuncias de crímenes al tiempo de escribir la carta en comparación con épocas anteriores.

[13] De poesía a la vez sensual y lírica, Gustavo Adolfo Bécquer, contemporáneo de Rizal, es uno de los poetas románticos españoles más emblemáticos. Rizal usa aqui el primer verso de uno de los más famosos poemas de Bécquer que se puede leer completo en Volverán las oscuras...

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