Capítulo 48: Quantum Mutata Ab Illa - Page 2 of 2

Llegó, sin notarlo, al sitio donde se construía la escuela. Las obras estaban muy adelantadas; Ñor Juan con su metro y su plomada iba y venía entre los numerosos trabajadores. Al verlo corrió a su encuentro.

- D. Crisóstomo –dijo-, al fin ha llegado Ud.; todos le esperábamos; mire Ud. como están los muros; ya tienen un metro diez de alto; dentro de dos días tendrán una altura de un hombre. No he admitido más que molave dungon, ipil, langil; he pedido tíndalo, malapatay, pino y narra [14] para las obras muertas. ¿Quiere Ud. visitar los subterráneos?.

Los trabajadores saludaban respetuosos.

- ¡Aquí está la canalización que me he permitido añadir –decía Ñor Juan-; estos canales subterráneos conducen a una especie de depósito que hay a treinta pasos. Servirá para el abono del jardín; de esto no había en el plano. ¿Le disgusta a Ud.?.

- Todo lo contrario, lo apruebo y le felicito por su idea; Ud. es un verdadero arquitecto: ¿con quién aprendió Ud.?.

- Conmigo, señor –contestaba el viejo modestamente.

- ¡Ah!, antes que se me olvide: que sepan los escrupulosos (por si alguno teme hablar conmigo) que ya no estoy excomulgado; el Arzobispo me ha invitado a comer.

- ¡Abá, señor, no hacemos caso de las excomuniones!. Todos estamos ya excomulgados; el mismo P. Dámaso lo está y sin embargo sigue tan gordo.

- ¿Cómo?.

- Ya lo creo; hace un año dio un bastonazo al coadjutor y el coadjutor es un sacerdote como él. ¿Quién hace caso de excomuniones, señor?.

Ibarra divisó a Elías entre los trabajadores; éste le saludó como los demás, pero con una mirada le dio a entender que tenía que decirle.

- Ñor Juan –dijo Ibarra-, ¿quiere traerme la lista de los trabajadores?.

Ñor Juan desapareció, e Ibarra se acercó a Elías, que levantaba solo una gruesa piedra y la cargaba en el carro.

- Si me podéis conceder, señor, algunas horas de conversación, paseaos luego la tarde a orillas del lago y embarcaos en mi barca, pues tengo que hablaros de graves asuntos –dijo Elías alejándose después de ver el movimiento de cabeza del joven.

Ñor Juan trajo la lista, pero en vano la leyó Ibarra; el nombre de Elías no figuraba allí.

[14] Con excepción del pino y malatapay, todas las demás son maderas de primera clase, en especial la narra, madera elegante de hermoso lustre, color rojizo y durísima. En tiempos de Rizal la narra era uno de los árboles más abundantes en la selva filipina, una verdadera riqueza nacional. Quedan ya tan pocos que el gobierno ha impuesto una prohibición absoluta a su tala.

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anay