Capítulo 35: Comentarios - Page 3 of 5

- Pues yo no –contestaba otra mujer-; no me daría pena si tal pasase a mis dos hijos.

- ¿Qué decís, Capitana María? –exclamaba la primera juntando las manos.

- Me gusta que los hijos defiendan la memoria de sus padres, Capitana Tinay; ¿qué diríais si un día, viuda, oyeseis hablar mal de vuestro marido y vuestro hijo Antonio bajase la cabeza y se callase?.

- ¡Yo le negaría mi bendición! –exclama una tercera, la Hermana Rufa-, pero...

- ¡Negarle la bendición!, ¡jamás! –interrumpe la bondadosa Capitana Tinay, una madre no debe decir eso... pero, yo no sé lo que haría... no sé... creo que me, moriría... le... ¡no!. ¡Dios mío!, pero no querría verle más... pero ¿qué, pensamiento tenéis, Capitana María?.

- Con todo –añadía Hermana Rufa-, no hay que olvidar que es un gran pecado poner la mano sobre una persona sagrada.

- ¡La memoria de los padres es más sagrada! –replica Capitana María-. ¡Ninguno, ni el Papa, y menos el P. Dámaso puede profanar tan santa memoria!.

- ¡Es verdad! –murmuraba Capitana Tinay admirando la sabiduría de ambas-; ¿de dónde sacáis tan buenas razones?.

- Pero y ¿la excomunión y la condenación? –replica la Rufa-. ¿Qué son los honores y el buen nombre en esta vida si en la otra nos condenamos?. Todo para pronto... pero la excomunión... ultrajar a un ministro de Jesucristo... ¡eso no lo perdona nadie más que el Papa!.

- Lo perdonará Dios que manda honrar padre y madre; ¡Dios no le excomulgará!. Y yo os digo: si ese joven viene a mi casa, yo le recibo y hablo con él; si tuviese una hija, le querría por yerno; el que es buen hijo será buen marido y buen padre, ¡creedlo, Hermana Rufa!.

- Pues yo no pienso así; decid lo que queráis, y aunque parezca que tengáis razón, siempre le creeré más al cura. Ante todo, salvo yo mi alma, ¿qué decís, Capitana Tinay?.

- ¡Ah! ¡qué queréis que diga!. Ambas tenéis razón; el cura la tiene, ¡pero Dios también la debe tener!. Yo no sé, no soy más que una tonta... ¡Lo que voy a hacer es decirle a mi hijo que no estudie más!; ¡dicen que los sabios mueren ahorcados!. ¡María Santísima! ¡mi hijo que quería ir a Europa!.

- ¿Qué pensáis hacer?.

- Decirle que se quede a mi lado, ¿para qué saber más?. Mañana o pasado nos morimos, muere el sabio como el ignorante... la cuestión es vivir en paz.

Y la buena mujer suspiraba y levantaba los ojos al cielo.

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harì ng dunong