Capítulo 28: Tatakut - Page 2 of 7
Pero Simoun no quería ver á nadie é hizo decir al chinoQuiroga que dejase las cosas como estaban, con lo que éste sefué á ver á don Custodio para preguntarle si debía 6 no armarsu bazar, pero don Custodio tampoco recibía: estaba á la sazonestudiando un proyecto de defensa en el caso de verse sitiado.Acordóse de Ben Zayb para pedirle noticias, mas, al encon-trarle ármado hasta los dientes y sirviéndose de dos revólverscargados como de pesa-papeles, Quiroga se despidió lo máspronto que pudo y se metió en su casa, acostándose so pretestode que se sentía mal.
A las cuatro de la tarde ya no se hablaba de simples pasqui-nadas. Se susurraban rumores de inteligencias entre losestudiantes y los remontados de San Mateo; se aseguraba queen una pansitería juraron sorprender la cindad; se habló debarcos alemanes, fuera de la bahía, para secundar el movi-miento, de un grupo de jóvenes que, so capa de protesta yespañolismo, se iban á Malakañang para ponerse á las órdenesdel General, y que fueron presos por descubrirse que. iban ar-mados. La Providencia había salvado á su Excelencia, impidiendole recibir á aquellos precoces criminales, por estar á la sazonconferenciando con los Provinciales, el Vice Rector y elP. Irene, comisionado por el P. Salvi. Mucho de verdad habíaen estos rumores si hemos de creer al P. Irene, que á la tardese fué á visitar á Cpn. Tiago. Segun él, ciertas personas habíanaconsejado á S. E. aprovechase la ocasion para inspirar elterror y dar para siempre una buena leccion á los filibuste-rillos.
—Unos cuantos afusilados , había dicho uno, unas dosdocenas de reformistas, enviados al destierro inmediatamente yen medio del silencio de la noche, apagarían para siempre loshumos de los descontentos !
—No, replicaba otro que tenía buen corazon; basta con quelas tropas recorran las calles, el batallon de caballería porejemplo, con el sable desenvainado; basta arrastrar algunoscañones... basta eso! El pueblo es muy tímido y todos entraránen sus casas.
—No, no, insinuaba otro; esta es la ocasion de deshacersedel enemigo; no basta que entren en sus casas, hay que hacerlossalir, como los malos humores, por medio de sinapismos. Si nose deciden á armar motines, hay que excitarlos por medio deagentes provocadores... Yo soy de opinion que las tropas estensobre las armas y se aparente abandono é indiferencia, paraque se envalentonen y á cualquier disturbio, allá encima, yenergía!
—El fin justifica los medios, decía otro; nuestro fin esnuestra santa Religion y la integridad de la Patria. Decláreseel estado de sitio, y al más pequeño disturbio, coger á todos losricos é ilustrados y..... limpiar el país!
—Si no llego á tiempo para aconsejar la moderacion, añadiael P. Irene, dirigiéndose á Capitan Tiago, de seguro que lasangre corría ahora por las calles. Yo pensaba en usted,capitan... El partido de los violentos no pudo conseguir muchodel General, y echaban de menos á Simoun... Ah! si Simounno llega á enfermarse...
Con la prision de Basilio y la requisa que se hizo despuesentre sus libros y papeles, Capitan Tiago se había puesto yabastante malo. Ahora venía el P. frene á aumentar su terrorcon historias espeluznantes. Apoderóse del infeliz un miedoindecible que se manifestó primero por ligero temblor, que se fué acentuando rápidamente hasta no dejarle hablar. Con losojos abiertos, la frente sudorosa, se cogió del brazo delP. Irene, trató de incorporarse, pero no pudo y, lanzando dosronquidos, cayó pesadamente sobre la almohada. Capitan Tiagotenía los ojos abiertos y babeaba : estaba muerto. Aterradoel P. Irene huyó y, como el cadáver se le había agarrado, ensu huida lo arrastró fuera de la cama, dejándolo en medio delaposento.
A la noche el terror llegó á su máximum. Habían tenido lugarvarios hechos que hacían creer á los timoratos en los agentesprovocadores.