Capítulo 16: Las Tribulaciones De Un Chino - Page 3 of 8

Los gremios de los mestizos y de los natürales andaban siempre vigilándose el uno al otro y empleaban su espíritu belicoso y su actividad en recelos y desconfianzas. Un día, en la misa, el gobernadorcillo de los naturales que se sentaba en el banco derecho y era estremadamente flaco, tuvo la ocurrencia de poner una pierna sobre otra, adoptando una posicion non-chalant para aparentar más muslos y lucir sus hermosas botinas; el del gremio de mestizos que se sentaba en el banco opuesto, co-mo tenía juanetes y no podía cruzar las piernas por ser muy gruesoy panzudo, adoptó la postura de separar mucho las piernas parasacar su abd6men encerrado en un chaleco sin pliegues, ador-nado con una hermosa cadena de oro y brillantes. Los dospartidos se comprendieron y empezó la batalla: en la misasiguiente todos los mestizos, hasta los más flacos, tenían panzay separaban mucho las piernas como si estuviesen á caballo:todos los naturales ponían una pierna sobre otra aun los másgordos y hubo cabeza de barangay que dió una voltereta. Loschinos que los vieron, adoptaron tambien su postura: se senta-ron como en sus tiendas, una pierna encogida y levantada y otracolgando y agitándose. Hubo protestas, escritos, espedientesetc; los cuadrilleros se armaron prestos á encender una guerracivil, los curas estaban contentísimos, los españoles se divertíany ganaban dinero á costa de todos, hasta que el General resol-vió el conflicto ordenando que se sentasen como los chinos porser los que más pagaban, aunque no eran los más católicos.Y aquí el apuro de los mestizos y naturales que por tener pan-talones estrechos no podían imitar á los chinos. Y para que laintencion de humillarles fuese más manifiesta, la medida se llevóá cabo con pompa y aparato, rodeando á la iglesia un cuerpo decaballería, mientras dentro todos sudaban. La causa llégo á lasartes, pero se repitió que los chinos como pagaban podíanimponer su ley aun en las ceremonias religiosas, aun cuandodespues apostaten y se burlen del cristianismo. Los naturales ylos mestizos se dieron por satisfechos y aprendieron á no perdersu tiempo en semejantes futezas.

Quiroga con su media lengua y sonrisa la más humilde agasa-jaba á Simoun: su voz era acariciadora, sus genuflexionesrepetidas, pero el joyero le cortó la palabra preguntándolebruscamente

—¿Gustaron los brazaletes?

A esta pregunta toda la animacion de Quiroga se deshizo comoun sueño; la voz de acariciadora se trasformó en plañidera, sedobló más y juntando ambas manos y elevándolas á la altura desu rostro, forma de la salutacion china, gimió:

—¡Uuh, siño Simoun! mia pelilo, mia luinalo!

—Cómo, chino Quiroga, perdido y arruinado? y tantas bote-llas de champagne y tantos convidados!

Quiroga cerró los ojos é hizo una mueca. Jss! El aconteci-mento de aquella tarde, la aventura de los brazaletes, le habíaarruinado. Simoun se sonrió: cuando un comerciante chino sequeja es porque todo le va bien; cuando aparenta que todo vaá las mil maravillas es porque prevé una quiebra 6 se va á esca-par para su país.

— Suya no sabe mia pelilo, mia luinalo? Ah, siño Simoun,mia hápay

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