Capítulo 6: Capitán Tiago - Page 4 of 4

La falta de heredero en los seis primeros años de matrimonio hacían de aquel afán por acumular riquezas casi una censurable ambición y, sin embargo, Dª. Pía era esbelta, robusta y bien formada. En vano hizo novenarios; visitó por consejo de las devotas de San Diego a la Virgen de Caysasay en Taal; dio limosnas; bailó en la procesión en medio del sol de Mayo, delante de la Virgen de Turumba en Pakil: todo fue en vano, hasta que Fr. Dámaso le aconsejó se fuera a Obando y allí bailó en la fiesta de S. Pascual Bailón [20] y pidió un hijo. Sabido es que en Obando hay una Trinidad que concede hijos e hijas a elección: Nuestra Señora de Salamban, Sta. Clara y S. Pascual. Gracias a este sabio Consejo, Dª. Pía se sintió madre, ... ¡ay!, como el pescador aquel del que habla Shakespeare en Machbet, el cual cesó de cantar cuando encontró un tesoro, ella perdió la alegría, se puso muy triste y no se la vio ya más sonreír. ¡Cosas de antojadizas! –decían todos, hasta Capitán Tiago. Una fiebre puerperal concluyó con sus tristezas, dejando huérfana una hermosa niña que llevó a la pila el mismo Fr. Dámaso; y como S. Pascual no dio el niño que se le pedía, le pusieron los nombres de María Clara en honor a la Virgen de Salambau y de Sta. Clara, castigando con el silencio al honrado S. Pascual Bailón.

La niña creció a los cuidados de la tía Isabel, aquella buena anciana de urbanidad frailuna que vimos al principio: vivía la mayor parte del año en San Diego por su saludable clima y donde el P. Dámaso le hacía muchas fiestas.

María Clara no tenía los pequeños ojos de su padre: como su madre, los tenía grandes, negros, sombreados por largas pestañas, alegres y risueños cuando jugaba, tristes, profundos y pensativos cuando no sonreía. De niña, su rizada cabellera tenía un color casi rubio; su nariz, de un correcto perfil, ni era muy afilada ni chata; la boca recortaba la pequeña y graciosa de su madre, con los alegres hoyuelos de las mejillas; su piel tenía la finura de una capa de cebolla y la blancura del algodón al decir de sus enloquecidos parientes, que encontraban el rasgo de paternidad de Capitán Tiago en las pequeñas y bien modeladas orejas de María Clara.

Tía Isabel atribuía aquellas facciones semieuropeas a antojos de Dª. Pía; recordaba haberla visto muchas veces en los primeros meses de la gestación llorar delante de S. Antonio; otra prima del Capitán Tiago era del mismo parecer, sólo que difería en la elección del santo; para ella o era la Virgen o S. Miguel. Un famoso filósofo, primo de Capitán Tinong y que sabía el Amat [21] de memoria, buscaba la explicación en influencias planetarias.

María Clara, ídolo de todos, creció entre sonrisas y amores. Los mismos frailes la festejaban cuando en las procesiones la vestían de blanco, la abundante y rizada cabellera entretejida entre sampagas y azucenas, con dos alitas de plata y oro pegadas a la espalda del traje y dos palomas blancas en la mano, atadas con cintas azules. Y luego, era tan alegre, tenía una charla tan cándidamente infantil, que Capitán Tiago, loco de amor, no hacía más que bendecir a los Santos de Obando y aconsejar a todos la adquisición de hermosas esculturas.

En los países meridionales la niña a los 13 o 14 años se hace mujer, como el capullo de la noche, flor a la siguiente mañana. En ese período de transición, lleno de misterio y romanticismo, entró ella por consejos del cura de Binondo en el Beaterio de Sta. Catalina para recibir de las monjas la severa educación religiosa. Con lágrimas se despidió de P. Dámaso y del único amigo con quien había jugado en su niñez, de Crisóstomo Ibarra, que después partió también para Europa. Allí, en aquel convento que se comunica con el mundo a través de una doble reja y todavía bajo la vigilancia de la Madre Escucha [22], vivió siete años. Cada uno con sus iras particulares y comprendiendo la mutua inclinación de los jóvenes, D. Rafael y Capitán Tiago concertaron la unión de sus hijos y formaron una razón social. Este acontecimiento que tuvo lugar algunos años después de la partida del joven Ibarra, fue celebrado con igual júbilo por dos corazones, cada uno en un extremo del mundo y en muy diferentes circunstancias.

[20] Obando es un pueblo en la provincia de Bulacan, literalmente 'sitio de algodón,' al norte de Manila. Es notable en él la fiesta de San Pascual Bailón a la que todavía acuden muchas mujeres sin hijos, incluso de Manila, a bailar delante de la imágen del santo en procesión en la creencia que el rito las hará fértiles.

[21] Edición de la biblia de Torres Amat del sigglo XIX.

[22] Monja que acompañaba a las pupilas conventuales en el locutorio cuando recibían visitas. Su función era velar por el decoro en tales visitas.

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