Capítulo 54: (Sin título en el original) - Page 6 of 6
- ¿Vos denunciar? –exclamó Elías mirándole y retrocediendo-, pasaríais por traidor y cobarde a los ojos de los conspiradores, y por pusilánime a los ojos de los otros; se diría que les tendisteis un lazo para hacer mérito, se diría...
- Pero ¿qué hacer?.
- Ya os lo dije: destruir cuantos papeles tengáis que se relacionan con vuestra persona, huir y esperar los acontecimientos.
- ¿Y María Clara? –exclamó el joven-; ¡no, antes morir!.
Elías se retorció las manos y dijo:
- ¡Pues bien, a lo menos evitad el golpe, preparaos para cuando os acusen!.
Ibarra miró alrededor suyo en ademán atontado.
- Entonces, ayudadme; allí en esas carpetas tengo las cartas de mi familia; escoged las de mi padre que son las que tal vez me puedan comprometer. Leed las firmas.
Y el joven, aturdido, atontado, abría y cerraba cajones, recogía papeles, leía aprisa cartas, rasgaba unas, guardaba otras, sacaba libros, los hojeaba, etc. Elías hacía lo mismo, si bien con menos trastorno aunque con igual afán; pero se detiene, sus ojos se dilatan, da vueltas a un papel que tiene en la mano y pregunta con voz temblorosa:
- ¿Conoció vuestra familia a D. Pedro Eibarramendía?.
- ¡Ya lo creo! –contestó Ibarra abriendo un cajón y sacando un montón de papel- ¡era mi bisabuelo!.
- ¿Vuestro bisabuelo, D. Pedro Eibarramendía? –vuelve a preguntar Elías, lívido y las facciones alteradas.
- Sí –contesta Ibarra distraído-, acortamos el apellido que era largo.
- ¿Era vascongado? –repitió Elías acercándosele.
- Vascongado, pero ¿qué tenéis? –pregunta sorprendido.
Elías cierra el puño, lo oprime contra su frente y mira Crisóstomo, que retrocede al leer la expresión de su cara.
- ¿Sabéis quién era D. Pedro Eibarramendía? –pregunta entre dientes-: D. Pedro Eibarramendía era aquel miserable que calumnió a mi abuelo y causó toda nuestra desgracia... Yo buscaba su apellido, Dios os entrega a mí... ¡dadme cuenta de nuestras desgracias!.
Crisóstomo le miró aterrado, pero Elías le sacudió del brazo y le dijo con una voz amarga en que rugía el odio.
- Miradme bien, mirad si he sufrido, y vos vivís, amáis, tenéis fortuna, hogar, consideraciones, vivís... ¡vivís!.
Y fuera de sí, corrió hacia una pequeña colección de armas, pero apenas hubo arrancado dos puñales, los deja caer, y mira como un loco a Ibarra que continuaba inmóvil.
- ¿Qué iba a hacer? –murmuró y huyó de la casa.