Capítulo 54: (Sin título en el original)

(Sin título en el original) [10]

Quidquid latet, adparebit

Nil inultum remanebit [11]

LA CAMPANA ANUNCIA la oración de la tarde; al oír el religioso tañido detiénense todos, dejan sus ocupaciones y se descubren: el labrador que viene del campo, suspende el canto, para el acompasado andar del carabao que monta, y reza; las mujeres se persignan en medio de la calle y agitan con afectación los labios para que nadie dude de su devoción; el hombre deja de acariciar su gallo y reza el Angelus para que la suerte le sea propicia; en las casas se reza en voz alta... todo ruido que no sea el del Avemaría se disipa, enmudece.

Sin embargo, el cura, con sombrero, atraviesa de prisa la calle y escandaliza a muchas viejas; ¡y más escándalo!, se dirige a casa del alférez. Las devotas creen tiempo ya de suspender el movimiento de sus labios para besarle la mano al cura, pero el P. Salví no hace caso de ellas; hoy no encuentra placer en colocar su huesuda mano sobre la nariz cristiana, [12] para de allí deslizarla disimuladamente (según ha observado Dª. Consolación) en el seno de una graciosa jovencita, que se inclina para pedir la bendición. ¡Importante asunto debe preocuparlo para olvidarse así de sus propios intereses y de los de la Iglesia!.

En efecto, precipitadamente sube las escaleras y llama con impaciencia a la puerta del alférez, que aparece cejijunto, seguido de su mitad, que sonríe como una condenada.

- ¡Ah, Padre Cura!, iba a verle ahora, el cabrón de Ud...

- Tengo un asunto importantísimo.

- No puedo permitir que me anden rompiendo el cerco... ¡le pego un tiro si vuelve!.

- ¡Eso si tiene Ud. tiempo de vivir hasta mañana! –dice el cura jadeante y dirigiéndose hacia la sala.

- ¿Qué?, ¿cree Ud. que me mata a mi ese muñeco sietemesino?. ¡Le reviento de un puntapié!.

P. Salví retrocedió y miró instintivamente hacia el pie del alférez.

- ¿De quién habla Ud.? –preguntó temblando.

- ¿De quién he de hablar sino de ese bobalicón, que me propone un desafío a revólver a cien pasos?.

- ¡Ah! –respiró el cura y añadió-. Vengo a hablarle de un asunto urgentísimo.

- ¡Déjeme Ud. de asuntos!. ¡Será como el de los dos muchachos!.

[10] Existen versiones del Noli que ponen diversos títulos al capítulo como 'DIES IRAE,' o 'REVELACIONES.' Este editor prefiere dejarlo como en el original, sin título.

[11] En latín: 'aparecerá todo lo oculto y no quedará nada impune.' Segundo y tercer verso de un terceto de la 'secuencia' o himno dentro de la misa de difuntos con referente al juicio fuinal que por su estilo dramático ha sido tema de mucha música clásica, la misa de requiem inacabada de Mozart por ejemplo. El terceto completo dice:
iudex ergo cum sedebit,
quidquid latet, apparebit;
nil inultum remanebit

cuando se siente el juez,
aparecerá todo lo oculto;
no quedará nada impune

La secuencia se conoce generalmente por las primeras palabras de su primer verso "Dies Irae," lo que pudo haber dado lugar a algunos editores a titular así este capítulo que Rizal dejó sin título. Se puede ver una versión completa de la secuencia con su traducción al castellano en misa de difuntos.

[12] En Filipinas el saludo tradicional a los mayores, cargado de respeto, es tomar la mano del mayor por los dedos y hacer tocar la frente con su envés, hay quienes la llevan a las narices, como hacían a veces las devotas de San Diego al saludar al cura después del Angelus.

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