Capítulo 54: (Sin título en el original) - Page 4 of 6

- Está Ud. perdiendo la cabeza. Lo que Ud. debe hacer es prepararse; arme Ud. silenciosamente a los soldados y póngalos en emboscada; mándeme cuatro guardias para el convento y advierta a los de la falúa.

- ¡La falúa no está!. ¡Pido auxilio a las otras secciones!.

- No, que entonces se nota y no siguen lo que traman. Lo que importa es que los cojamos vivos y les hagamos cantar, digo, Ud. les hará cantar; yo en calidad de sacerdote, no debo mezclarme en estos asuntos. ¡Atención!, aquí puede Ud. ganarse cruces y estrellas: sólo pido que haga constar que soy yo quien le ha prevenido.

- ¡Constará, Padre, constará, y acaso le caiga una mitra! –contestó el alférez radiante, mirándose las mangas de su uniforme.

- Con que me manda Ud. cuatro guardias disfrazados, ¿eh?, ¡discreción!, esta noche a las ocho llueven estrellas y cruces.

Mientras esto pasaba, un hombre va corriendo el camino que conduce a casa de Crisóstomo y sube las escaleras aprisa.

- ¿Está el señor? –pregunta la voz de Elías al criado.

- Está en su gabinete trabajando.

Ibarra, para distraer su impaciencia esperando la hora de poder tener explicaciones con María Clara, se había puesto a trabajar en su laboratorio.

- ¿Ah, sois vos, Elías? –exclamó-; pensaba en vos: ayer me había olvidado de preguntaros por el nombre de aquel español en cuya casa vivía vuestro abuelo.

- No se trata, señor, de mí...

- Ved –continuó Ibarra sin notar la agitación del joven y acercando un trozo de caña a la llama-; he hecho un gran descubrimiento: esta caña es incombustible...

- No se trata, señor, de la caña ahora; se trata de que recojáis vuestros papeles y huyáis dentro de un minuto.

Ibarra miró sorprendido a Elías y, al ver la gravedad de su semblante, se le cayó el objeto que tenía entre las manos.

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tumátahíp ang dibdíb