Capítulo 18: Almas En Pena - Page 3 of 5
- ¡Uno más uno menos no importa!. Ahora: cuando una criada o un criado me rompe un plato, vaso o taza, etc., le hago recoger todos los pedazos y por cada uno, aún por el más pequeñito, tiene que rezarme el Bendita-sea-tu-Pureza y el Señor-mío-Jesucristo-Padre-dulcísimo-por-el-gozo y las indulgencias que gano las dedico a las almas. En casa todos lo saben menos los gatos.
- Pero esas indulgencias las ganan las criadas y no vos, Hermana Sipa –objeta la Rufa.
- Y ¿mis tazas y mis platos quién me los paga?. Ellas están contentas de pagarlos así y yo también; no las pego, sólo algún coscorrón o pellizco.
- ¡Lo voy a imitar! - ¡Haré lo mismo! - ¡Y yo! –decían las mujeres.
- Pero y ¡si el plato no se ha roto más que en dos o tres pedazos, ganáis poco! –observa aún la terca Rufa.
- ¡Abá! [16] –contesta la vieja Sipa-, les hago rezar también, hago colar los pedazos y no perdimos nada.
Hermana Rufa no supo ya que objetar.
- Permitidme que os pregunte una duda –dice tímidamente la joven Juana-. Vosotras, señoras, entendéis tan bien estas cosas del Cielo, Purgatorio e Infierno... yo confieso que soy ignorante.
- ¡Hablad!.
- Encuentro muchas veces en las novenas y otros libros este encargo: Tres padrenuestros, tres avemarías y tres gloriapatris...
- ¿Y bien?.
- Pues quería saber cómo hay que rezarlos: o tres padrenuestros seguidos, tres avemarías seguidas y tres gloriapatris seguidos, ¿o tres veces un padrenuestro, un avemaría y un gloriapatris?.
- Pues así es, tres veces un padrenuestro...
- ¡Perdonad. Hermana Sipa! –interrumpe la Rufa-; deben rezarse de la otra manera: a los machos no hay que mezclarlos con las hembras; los padrenuestros son machos, las avemarías hembras y los glorias son los hijos.
- ¡Eh!, perdonad, Hermana Rufa; padrenuestro, avemaría y gloria son como arroz, vianda y salsa, un bocado de los santos...
- ¡Estáis equivocada!. ¡Ved solamente, vos que rezáis así no conseguís nunca lo que pedís!.
- ¡Y vos por que rezáis así, no sacáis nada de vuestras novenas! –replica la vieja Sipa.
- ¿Quién? –dice la Rufa levantándose-; hace poco perdí un cerdito, recé a S. Antonio y lo encontré, y tanto que lo vendí a buen precio ¡abá!.
- ¿Sí?. ¡Por eso decía vuestra vecina que vendisteis un cerdito suyo!.
- ¿Quién?. ¡La sinvergüenza!. ¿Acaso soy como vos...?.
[16] Expletivo inocuo que sirve para todo.