Capítulo 14: Tasio El Loco O El Filósofo - Page 3 of 5
Al subir las escaleras fue recibido amistosamente por el dueño de la casa y su joven señora. El se llamaba Don Filipo Lino y ella Doña Teodora Viña. Don Filipo era el teniente mayor [12] y el jefe de un partido, casi liberal si se le puede llamar así y si es posible que haya partidos en los pueblos de Filipinas.
- ¿Ha encontrado Ud. en el cementerio al hijo del difunto D. Rafael, que acaba de llegar de Europa?.
- Sí, le vi cuando bajaba del coche.
- Dicen que ha ido a buscar el sepulcro de su padre... El golpe debió haber sido terrible.
El filósofo se encogió de hombros.
- ¿No se interesa Ud. por esa desgracia? –preguntó la joven señora.
-Ya sabe Ud. que fui yo uno de los seis que acompañamos al cadáver; fui yo quien me presenté al Capitán General cuando vi que aquí todo el mundo, hasta las autoridades, se callaban ante tan grande profanación, y eso que prefiero siempre honrar al hombre bueno en su vida, que no en su muerte.
- ¿Entonces?.
- Ya sabe Ud., señora, que no soy partidario de la monarquía hereditaria. Por las gotas de sangre china que mi madre me ha dado, pienso un poco como los chinos: honro al padre por el hijo, pero no al hijo por el padre. Que cada uno reciba el premio o el castigo por sus obras, pero no por las de los otros.
- ¿Ha mandado Ud. decir una misa por su difunta esposa, como se lo aconsejaba ayer? –preguntó la mujer cambiando de conversación.
- ¡No! –contestó el viejo sonriendo.
- ¡Lástima! –exclamó ella con verdadero pesar-; dicen que hasta mañana a las diez, las almas vagan libres esperando los sufragios de los vivos; que una misa en estos días equivale a cinco de otros días del año, o a seis como dijo el cura esta mañana.
- ¡Hola!, ¿es decir que tenemos un gracioso plazo que hay que aprovechar?.
- ¡Pero, Doray! [13] –intervino D. Filipo-, ya sabes que Don Anastasio no cree en el Purgatorio.
- ¿Qué no creo en el Purgatorio? –protestó el viejo medio levantándose de su asiento-. ¡Hasta sé algo de su historia!.
- ¡La historia del Purgatorio! –exclamaron llenos de sorpresa ambos consortes-. ¡A ver!. Cuéntenosla Ud.
- ¿No la saben Uds., y mandan allá misas y hablan de sus penas?. ¡Bueno!, ya que empieza a llover y parece que va a durar, tendremos tiempo de no aburrirnos –contestó Tasio poniéndose un momento a meditar.
Don Filipo cerró el libro que tenía en la mano y Doray se sentó a su lado, dispuesta a no creer en nada de lo que el viejo Tasio iba a decir. Este comenzó de la siguiente manera: