Capítulo 45: Los Perseguidos - Page 4 of 4

- Pero el hombre de que os hablo no se parece a los otros; es un hijo que ha sido insultado en la memoria de su padre; es un joven que, como ha de tener dentro de poco familia, piensa en el porvenir, en un buen porvenir para sus hijos.

- Entonces es un hombre que va a ser feliz; nuestra causa no es la de los hombres felices.

- ¡Pero es la de los hombres de corazón!.

- ¡Sea! –repuso el anciano sentándose-; supón que consienta en llevar nuestra voz al Capitán General, supón que encuentre en la Corte diputados que aboguen por nosotros, ¿crees que se nos hará justicia?.

- Intentémoslo antes de tomar una sangrienta medida –contestó Elías-. Os debe extrañar que yo, otro desgraciado, joven y robusto, os proponga a vos, anciano y débil, medidas pacíficas; pero es que yo he visto tantas miserias, causadas por nosotros como por los tiranos: el inerme es el que paga.

- Y ¿si no conseguimos nada?.

- Algo se conseguirá, creedme; no todos los que gobiernan son injustos. Y si nada conseguimos, si desoye nuestras voces, si el hombre se ha vuelto sordo al dolor de sus semejantes, ¡entonces vos me tendréis a vuestras órdenes!.

El anciano, lleno de entusiasmo, le abrazó al joven.

- Acepto tu proposición, Elías; sé que cumples tu palabra. Vendrás a mí y yo te ayudaré a vengar a tus antepasados, tú me ayudarás a vengar a mis hijos, ¡mis hijos que eran como tú!.

- Entretanto evitaréis, señor, toda medida violenta.

- Expondrás las quejas del pueblo, tú las conoces ya. ¿Cuándo sabré la contestación?.

- Dentro de cuatro días enviadme un hombre a la playa de San Diego, y le diré la que me dé la persona en quien espero... Si acepta, nos harán justicia, y si no, será el primero que caerá en la lucha que emprenderemos.

- Elías, no morirá, Elías, será el jefe, cuando Capitán Pablo caiga satisfecho en su venganza –dijo el anciano.

Y él mismo acompañó al joven hasta salir fuera

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waláng sikmurà