Capítulo 43: Proyectos - Page 2 of 3
- ¿En la carta?, ¿a ver?. ¡Es verdad!. Y ¡quiere que te procure un empleo y una mujer!. ¡Hmm!. Empleo... empleo, es fácil; ¿sabes leer y escribir?.
- ¡Me he recibido de abogado en la Universidad Central!.
- ¡Carambas!. ¿Con que eres un picapleitos?, pues no tienes facha... pareces una madamisela, pero ¡tanto mejor!. Pero darte una mujer...¡hm! ¡hmm!, una mujer...
- Padre, no tengo tanta prisa –dice Linares confuso.
Pero el P. Dámaso se paseaba de un extremo a otro de la caída murmurando: “¡Una mujer, una mujer!”.
Su rostro ya no estaba triste ni alegre; ahora expresaba la mayor seriedad y parecía que estaba cavilando. El P. Salví miraba toda esta escena desde lejos.
- ¡Yo no creía que la cosa me diese tanta pena! –murmuró el P. Dámaso con voz llorosa-, pero de los males, el menor.
Y levantando la voz y acercándose a Linares.
- Ven acá, mozo –dijo-, vamos a hablar con Santiago.
Linares palideció y se dejó arrastrar por el sacerdote, que marchaba pensativo.
Entonces le tocó a su vez al P. Salví el turno de pasearse, meditabundo como siempre.
Una voz que le daba los buenos días le sacó de su monótono paseo; levantó la cabeza y se encontró con Lucas, el cual le saludaba humildemente.
- ¿Qué quieres? –preguntaron los ojos del cura.
- ¡Padre, soy el hermano del que murió el día de la fiesta! –contestó en tono lacrimoso Lucas.
El P. Salví retrocedió.
- Y ¿qué? –murmuró en voz imperceptible.
Lucas hacía esfuerzos para llorar y se enjugaba los ojos con el pañuelo.