Capítulo 21: Historia De Una Madre - Page 2 of 5

- ¡Dinos la verdad o si no te atamos a aquel árbol y te pegamos dos tiros! –dijo uno de ellos con voz amenazadora.

La mujer miró hacia el árbol.

- ¿Eres la madre de los ladrones tú? –preguntó el otro.

- ¡Madre de los ladrones! –repitió Sisa maquinalmente.

- ¡Ah!, el dinero....

- ¡No nos lo niegues, que será peor para ti –añadió el otro-. Hemos venido para prender a tus hijos y el mayor se nos ha escapado; ¿dónde has escondido al menor?.

Al oír esto Sisa respiró.

- ¡Señor! –contestó-, hace muchos días que no he visto a mi hijo Crispín: esperaba verle esta mañana en el convento y allí solamente me dijeron que...

Los soldados cambiaron una mirada significativa.

- ¡Bueno! –exclamó uno de ellos-, danos el dinero y te dejaremos en paz.

- ¡Señor! –suplicó la desgraciada mujer-, mis hijos no roban aunque tengan hambre: estamos acostumbrados a padecerla. Basilio no me ha traído ni un cuarto; registrad toda la casa y si encontráis un solo real, haced de nosotros lo que queráis. ¡Los pobres, no somos todos ladrones!.

- Entonces –repuso el soldado lentamente y fijando sus miradas en los ojos de Sisa- vienes con nosotros, tus hijos ya procurarán aparecer y soltar el dinero que han robado. ¡Síguenos!.

- ¿Yo?... ¿seguiros? –murmuró la mujer retrocediendo y mirando con espanto los uniformes de los soldados.

- Y ¿por qué no?.

- ¡Ah! ¡compadeceos de mi! –suplicó casi de rodillas-. Soy muy pobre, no tengo ni oro, ni alhajas que ofreceros: lo único que tenía me lo habéis sacado ya, la gallina que yo pensaba vender... ¡llevaos todo lo que encontréis en mi choza, pero dejadme aquí en paz, dejadme aquí morir!.

- ¡Adelante!, tienes que venir, y si no sigues a gusto te ataremos.

Sisa rompió en amargo llanto. Aquellos hombres eran inflexibles.

- ¡Dejadme al menos ir delante a una distancia! –suplicó cuando sintió que la cogían brutalmente y la empujaban.

Los dos soldados se conmovieron y conferenciaron entre sí en voz baja.

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parang kinalahig ng manók