Capítulo 32: Efectos De Los Pasquines

A raiz de los acontecimientos narrados, muchas madresllamaron á sus hijos para que inmediatamente dejasen losestudios y se dedicasen á la holganza ó á la agricultura.

Cuando llegaron los exámenes, abundaron los suspensos yraro fué el que aprobó el curso, habiendo pertenecido á lafamosa asociacion de la que nadie se volvió á ocupar. Pecson, Tadeo y Juanito Pelaez fueron igualmente suspendidos; elprimero recibió las calabazas con su risa de bobo y pro-metió entrar de oficial en un juzgado cualquiera; Tadeo, conla cuacha eterna al fin, se pagó una iluminacion encendiendouna hoguera con sus libros; los demás tampoco salieron bienlibrados y al fin tuvieron que dejar sus estudios, con gran con-tento de las madres que siempre se imaginan á sus hijosahorcados si llegan á enterarse de lo que dicen los libros.Solo Juanito Pelaez soportó mal el golpe, teniendo que dejarpara siempre las aulas por el almacen de su padre, que enadelante le asociaba á su comercio : el truhan encontraba latienda menos divertida, pero sus amigos, al cabo de algun tiempo,le vieron otra vez con la redonda joroba, lo cual era síntomade que renacía su buen humor. El rico Makaraig, ante la heca-tombe, se guardó muy bien de esponerse y, habiendo conseguidopasaporte á fuerza de dinero, se embarcó corriendo para Europa:decíase que S. E. el Capitan General, en su deseo de hacer elbien por el bien y cuidadoso de la comodidad de los filipinos,dificultaba la marcha á todo aquel que no probase antes mate-rialmente que puede gastar y vivir con holgura en medio delas ciudades europeas. De nuestros conocidos, los que salieronmejor librados fueron Isagani y Sandoval : el primero aprobóla asignatura que cursaba bajo el P. Fernandez y fué suspen-dido en las otras, y el segundo pudo marear al tribunal áfuerza de discursos. Basilio fué el único que ni aprobó asig-naturas, ni fué suspendido, ni se marchó á Europa : continuó en la carcel de Bilibid, sometido cada tres dias á interrogatorios,los mismos casi del principio, sin más novedad que la del cam-bio de jueces instructores, pues parecía qúe delante de tantaculpabilidad todos sucumbian 6 huian horrorizados.

Y mientras dormían y se arrastraban los espedientes, mientraslos papeles sellados menudeaban como cataplasmas de médicoignorante por el cuerpo de un hipocondríaco, Basilio se ente-raba en todos sus detalles de cuanto había ocurrido en Tiani,de la muerte de Juli y la desaparicion de Tandang Selo. Sinong,el apaleado cochero que le había conducido á San Diego, seencontraba entonces en Manila, le visitaba y le ponía al corrientede todo.

Entretanto Simoun había recobrado su salud, al menos así lodijeron los periódicos. Ben Zayb dió gracias al « Omnipotente que vela por tan preciosa vida » y ha manifestado la esperanzade que el Altísimo hará que un día se descubra al criminal, cuyodelito permanece impune gracias á la caridad de la víctima, queobserva demasiado las palabras del Gran Mártir: Padre, perdó-nalos que no saben lo que hacen! » Estas y otras cosas más decíaBen Zayb' en impreso, mientras que de boca indagaba si eracierto el rumor de que el opulento joyero iba á dar una granfiesta, un banquete como jamás se ha visto otro, parte comocelebrando su curacion, parte como una despedida al país endonde había aumentado su fortuna. Se susurraba, es cierto,que Simoun, debiendo marcharse con el Capitan General cuyomando expiraba el Mayo, hacía todos los esfuerzos para conseguiren Madrid una prórroga y aconsejaba á S. E. enprendiese unacampaña para tener motivos de quedarse, pero se decía tam-bien que Su Excelencia, por primera vez, desoía los consejos desu favorito, tomando como cuestion de honor no retener nipor un solo día de más el poder que le habían concedido,rumor que hacía creer que la anunciada fiesta iba á tener lugardentro de muy poco. Simoun, por lo demás, permanecía impe-netrable; se había vuelto menos comunicativo aun, se dejabaver poco, y sonreía misteriosamente cuando le hablaban de laanunciada fiesta.

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kinain ng lahò