Capítulo 15: El Señor Pasta - Page 2 of 5

— Sil dijo sacando los labios y rascándose la calva; no hayotro que me gane en amor al pais y en aspiraciones progresistas,pero... no puedo comprometerme... no sé si usted está al tantode mi posicion, una posicion muy delicada... tengo muchosintereses... tengo que pbrar dentro de los límites de una estrictaprudencia... es un compromiso...

El abogado quería aturdir al joven bajo un lujo de palabrasy empezó á hablar de leyes, de decretos y tanto habló que envez de enredar al joven, casi se enredó á sí mismo en un labe-rinto de citaciones.

— De ninguna manera queremos ponerle en compromiso,repuso Isagani con mucha calma; líbrenos Dios de molestar enlo más mínimo á las personas cuya vida es tan útil al restode los filipinos! Pero por poco versado que esté yo en lasleyes, reales decretos, provisiones y disposiciones que rigenen nuestro pais, no creo que pueda haber mal ninguno ensecundar las altas miras del gobierno, en procurar su buenainterpretacion; perseguimos el mismo fin y solo divergemosen los medios.

El abogado se sonrió: el joven se dejaba llevar á otro terrenoy allí le iba él á embrollar, ya estaba embrollado

— Precisamente ahí está el quid como se dice vulgarmente;claro está que es laudable ayudar al gobierno cuando se leayuda con sumision, siguiendo sus disposiciones, el recto espí-ritu de las leyes en consonancia con las rectas creencias de losgobernantes y no estando en contradicion con el primitivo ygeneral modo de pensar de las personas que tienen á su cargoel bienestar comun de los individuos que constituyen unasociedad. Y por eso es criminal, es punible, porque es ofensivoal alto principio de autoridad, tentar una accion contrariaá su iniciativa aun suponiendo que fuese mejor que la gubernamental, porque semejante hecho podría lastimar el prestigioque es la primera base sobre que descansan todos los edifi-cios coloniales.

Y el viejo abogado, seguro de que aquella tirada había porlo menos vuelto loco á Isagani, se arrellanó en su sillon muyserio aunque riéndose por dentro.

Isagani, sin embargo, repuso :

— Yo creia que los gobiernos buscarían bases más sólidascuanto más amenazados... La base del prestigio para losgobiernos coloniales es la más debil, porque no reside en ellossino en la buena voluntad de los gobernados mientras quieranreconocerlo... La base justicia ó razon me parecía más dura-dera.

El abogado levantó la cabeza; cómo? aquel joven se atrevíaá replicarle y á discutir con él, él, el señor Pasta? No estabatodavía aturdido con sus grandes palabras?

—Joven, hay que dejar esas consideraciones á un lado puesson peligrosas, interrumpió el abogado haciendo un gesto. Loque yo le digo á usted es que hay que dejar obrar al gobierno.

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tinawag sa sinapupunán ni Bathalà