Capítulo 9: Cosas Del País - Page 2 of 3
Fr. Sibyla levantó los ojos y los fijó en la fisonomía del enfermo:
- Y ¿qué ha decidido V.R?. -preguntó.
- ¡Morir, ay!, ¿quédame otra cosa acaso?. Sufro demasiado pero... he hecho sufrir a muchos... ¡saldo mi deuda!. Y tú, ¿cómo estás?, ¿qué traes?.
- Venía a hablarle del encargo que me ha cometido.
- ¡Ah!, ¿y qué es ello?.
- ¡Psh!, -contestó con disgusto el joven sentándose y volviendo con desprecio la cara a otra parte-, nos han contado fábulas; el joven Ibarra es un chico prudente, no parece tonto, pero le creo un buen chico.
- ¿Lo crees?.
- ¡Anoche comenzaron las hostilidades!.
- ¿Ya?, ¿y como?.
Fr. Sibyla refirió brevemente lo que pasó entre el P. Dámaso y Crisóstomo Ibarra.
- Además –añadió concluyendo-, el joven se casa con la hija de Capitán Tiago, educada en el colegio de nuestras hermanas, es rico y no querrá hacerse de enemigos para perder felicidad y fortuna.
El enfermo movía la cabeza en señal de asentimiento.
- Sí, pienso como tú... Con una mujer tal y un suegro parecido, le tendremos en cuerpo y alma. Y si no, ¡tanto mejor si se declarase enemigo nuestro!.
Fr. Sibyla miró sorprendido al anciano.
-Para bien de nuestra Santa Corporación, se entiende –añadió respirando con dificultad-. Prefiero los ataques a las tontas alabanzas y adulaciones de los amigos... verdad es que están pagados.
- ¿Piensa V.R.?.
El anciano le miró con tristeza.
- ¡Tenlo bien presente! –contestó respirando con fatiga-. Nuestro poder durará mientras se crea en él. Si nos atacan, el Gobierno dice: Los atacan porque ven en ellos un obstáculo a su libertad, pues entonces conservémoslos.
- Y ¿si les da oídos?. El Gobierno a veces...
- ¡No les dará!.
- Sin embargo, sí atraído por la codicia llegase a querer para sí lo que nosotros recogemos... si hubiese un atrevido y temerario...
- Entonces, ¡ay de él!.
Ambos guardaron silencio.