Capítulo 36: Apuros De Ben Zayb - Page 4 of 5

Cortó la discusion un susurro. Los ladrones cogidos habíanhecho declaraciones importantes. Uno de los tulisanes deMatanglawin (Cabesang Tales) les había dado cita para reunirsecon su banda en Santa Mesa, para saquear los conventos ylas casas de los ricos... Les guiaría un español, alto, moreno,de cabellos blancos, que decía obraba por órden del General,de quien era muy amigo; se les había asegurado además quela artillería y varios regimientos se les reunirían, por lo queno debían tener miedo ninguno. Los tulisanes serían indulta-dos, y la tercera parte del botín les correspondería. La señaldebiendo ser un cañonazo, y habiéndolo esperado en vano, lostulisanes creyéndose burlados, unos se retiraron, otros volvieroná sus montañas prometiendo vengarse del español, que porsegunda vez había faltado á su palabra. Ellos entonces, losladrones cogidos, quisieron hacer algo por su cuenta y atacaronla quinta que hallaron más á mano, prometiendo dar religiosa-mente las dos terceras partes del botin al español de cabellosblancos si acaso las reclamaba.

Coincidiendo las señas con las de Simoun, la declaracion fuérecibida como un absurdo y al ladron le aplicaron toda serie de torturas, la máquina eléctrica inclusive, por aquella impíablasfemia. Mas, la noticia de la desaparicion del joyerohabiendo llamado la atencion de toda la Escolta, y habiéndoseencontrado sacos de pólvora y grande cantidad de cartuchos en

su casa, la declaracion tuvo visos de verdad y empezó el mis-terio á rodear poco á poco el asunto, envolviéndose en nebulosi-dades, se habló cuchicheando, tosiendo, con miradas recelosas,puntos suspensivos, y muchas frases huecas de ocasion. Losque fueron iniciados no acababan de salir de su asombro,sacaban caras largas, palidecían y poco faltó para que muchosperdieran larazon al descubrirse ciertas cosas que habían pasadodesapercibidas.

—De buena nos hemos librado! ¿Quién iba á decir...

A la tarde, Ben Zayb, con los bolsillos llenos de revólvers ycartuchos, fué á visitar á don Custodio, que encontró tra-bajando de firme en un proyecto contra alhajeros americanos.Murmuró al oido del periodista, en voz quedísima y entre lasdos palmas de la mano, palabras misteriosas.

— ¿De véras? preguntó Ben Zayb llevándose las manos á losbolsillos, mientras palidecía visiblemente.

—Y donde le encuentren...

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kumákahig