Capítulo 35: La Fiesta - Page 3 of 8

— Chica, murmuró al oido de su vecina la que llamó fantocheá don Timoteo, ¿has visto qué falda?

— Uy! las cortinas del Palacio!

—¡Calla! y es verdad! Pues se llevan todo. Verás como sehace un abrigo con las alfombras!

—¡Eso no prueba más sino que tiene ingenio y gusto ! observóel marido, reprendiendo á su esposa con una mirada; las mujeresdeben ser económicas!

Todavía le dolía al pobre dios la cuenta de la modista.

—¡Hijo! dame cortinas de á doce pesos la vara y verás sime pongo estos trapos! replicó picada la diosa; ¡Jesus! hablaráscuando tengas tan espléndidos predecesores!

Entretanto Basilio, delante de la casa, confundido entre laturba de curiosos, contaba las personas que bajaban de loscoches. Cuando vió tanta gente alegre, confiada; cuando vió alnovio y á la novia, seguida de su cortejo de jovencitas inocentesy candorosas, y pensó que iban á encontrar allí una muertehorrible, tuvo lástima y sintió que se amortiguaba su odio.

Tuvo deseos de salvar á tantos inocentes, pensó escribir y darparte á la justicia; pero un coche vino y bajaron el P. Salva yel P. Irene, ambos muy contentos, y como nube pasagera, sedesvanecieron sus buenos propósitos.

— ¡Qué me importa? se dijo ¡que paguen los justos con lospecadores!

Y luego añadió para tranquilizar sus escrúpulos :

— Yo no soy delator, yo no debo abusar de la confianza queen mí ha depositado. Yo le debo á él más que á todos ésos;él cavó la tumba de mi madre; esos la mataron! ¿Qué tengoque ver con ellos? Hice todo lo posible para ser bueno, útil; heprocurado olvidar y perdonar; sufrí toda imposicion y solopedía me dejasen en paz ! Yo no estorbaba á nadie... ¿Qué hanhecho de mí? ¡Que vuelen sus miembros destrozados por elaire! Bastante hemos sufrido!

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mabulaklák ang landás