Capítulo 17: La Feria De Kiapo - Page 3 of 4

El P. Camorra que ya se había olvidado de Paulita, notó laintencion y preguntó á su vez :

— Y ¿á quién se parece esta otra figura, Ben Zayb?

Y se echó á reir con su risa de paleto.

Era una vieja tuerta, desgreñada, sentada sobre el suelo comolos ídolos indios, planchando ropas. El instrumento estaba muybien imitado: era de cobre, las brasas estaban hechas con oropely los torbellinos de humo con sendos copos de algodon sucio,retorcido.

— ¿Eh, Ben Zayb, no es tonto el que lo ideó? preguntabariendo el P. Camorra.

—Pues, no le veo la punta! dijo el periodista.

—Pero, ¡puñales! no vé usted el título, la prensa filipina?

Ese instrumento con que plancha la vieja, aquí se llamaprensa!

Todos se echaron á reir y el mismo Ben Zayb se rió de buenagana.

Dos soldados de la Guardia Civil que tenían por letrero,civiles, estaban colocados detrás de un hombre, maniatado confuertes cuerdas y la cara tapada con el sombrero : se titulabael Pais del Abaká y parecía que le iban á afusilar.

A muchos de nuestros visitantes no les gustaba la exposicionHablaban de reglas del arte, buscaban proporciones, el uno decíaque tal figura no tenía siete cabezas, que á la cara le faltabauna nariz, no tenía más que tres, lo que ponía algo pensati-vo al P. Camorra que no comprendía cómo una figura, paraestar bien, debía tener cuatro narices y siete cabezas; otrodecía que si eran musculosos, si los indios no lo podían ser; siaquello era escultura ó puramente carpintería, etc. cada cualmetió su cucharada de crítica, y el P. Camorra, por no sermenos que nadie, se aventuró á pedir lo menos treinta piernaspara cada muñeco. ¿Por qué, si lot otros pedían narices, no ibaél á pedir muslos? Y allí mismo estuvieron discutiendo sobre siel indio tenía ó no disposiciones para la escultura, si conveníafomentar dicha arte y se inició una general disputa que cortó

D. Custodio diciendo que los indios tenían disposicion perodebian dedicarse esclusivamente á hacer santos.

— Cualquiera diría, repuso Ben Zayb que estaba de ocurren-cias aquella noche, que ese chino es Quiroga, pero observán-dole bien se parece al P. Irene.