Capítulo 28: Correspondencias - Page 2 of 3

“Excuso decirle que durante el espectáculo no permitió que no faltase nada la amabilidad del Rothschild filipino: sorbetes, limonadas gaseosas, refrescos, dulces, vinos, etc. etc., corría con profusión entre los que estábamos allí. Notóse mucho y con razón la ausencia del conocido e ilustrado joven D. Juan Crisóstomo Ibarra que, como Ud. sabe, debe mañana presidir la bendición de la primera piedra para el gran monumento que tan filantrópicamente hace levantar. Este digno descendiente de los Pelayos y Elcanos (porque según he sabido uno de los abuelos paternos es de nuestras heroicas y nobles provincias del Norte, acaso uno de los primeros compañeros de Magallanes o Legaspi) tampoco se ha dejado ver en el resto del día a causa de un pequeño malestar. Su nombre corre de boca en boca y sólo lo pronuncian con alabanzas que no pueden menos de redundar en gloria de España y de los legítimos españoles como nosotros, que no desmentimos jamás nuestra sangre por mezclada que pudiese estar.

“Hoy 11 por la mañana presenciamos un espectáculo altamente conmovedor. Este día, como es público y notorio, es la fiesta de la Virgen de la Paz y la celebran los Hermanos del Smo. Rosario. Mañana será la fiesta del Patrón S. Diego y toman parte en ella principalmente los Hermanos de la V.O.T. Entre estas dos corporaciones hay una emulación piadosa para servir a Dios y esta piedad llega hasta el extremo de provocar santos disgustos entre ambas, como lo sucedido últimamente por disputarse el gran predicador de reconocida fama, el tantas veces nombrado M.R.P. Fr. Dámaso, que ocupará mañana la cátedra del Espíritu Santo con un sermón que será, según creencia general, un acontecimiento religioso y literario.

“Pues, como íbamos diciendo, presenciamos un espectáculo altamente edificante y conmovedor. Seis jóvenes religiosos, tres que debían decir misa y los otros tres de acólitos, salieron de la sacristía y postrados ante el altar, entonó el celebrante que era el M.R.P. Fr. Hernando de la Sibyla el Surge Domine, [20] con que debía comenzar la procesión alrededor de la iglesia, con aquella magnífica voz y religiosa unción que todo el mundo le reconoce y le hacen tan digno de la admiración general. Terminado el Surge Domine, el gobernadorcillo, vestido de frac, con el guión, seguido de cuatro acólitos con incensarios, empezó la procesión. Tras ellos venían los ciriales de plata, la municipalidad, las preciosas imágenes vestidas de raso y oro, representando a Sto. Domingo, S. Diego y la Virgen de la Paz con un magnífico manto azul con planchas de plata dorada, regalo del virtuoso ex gobernadorcillo, muy digno de imitarse y nunca suficientemente nombrado D. Santiago de los Santos. Todas estas imágenes iban en carros de plata. Tras de la Madre de Dios veníamos los españoles y los otros religiosos: el oficiante iba protegido por un palio que llevaban los cabezas de barangay y cerraba la procesión el benemérito cuerpo de Guardia Civil. Creo inútil decir que una multitud de indios formaban las dos filas de la procesión, llevando con gran piedad cirios encendidos. La música tocaba religiosas marchas; repetidas salvas hacían las bombas y ruedas de fuego. Causa admiración ver la modestia y fervor que estos actos inspiran en el corazón de los creyentes, la fe pura y grande que a la Virgen de la Paz profesan, la solemnidad y ferviente devoción con que tales solemnidades celebran los que tuvimos la dicha de nacer bajo el sacrosanto e inmaculado pabellón de España.

“Terminada la procesión se dio principio a la misa ejecutada por la orquesta y los artistas del Teatro. Después del Evangelio, subió al púlpito el M.R.P. Fr. Manuel Martín, agustino que ha venido de la provincia de Batangas, el cual ha tenido absorto y pendiente de su palabra a todo el auditorio y principalmente a los españoles en el exordio en castellano, que dijo con valentía y con frases tan fácilmente traídas y adecuadas que llenaban nuestros corazones de fervor y entusiasmo. Esta palabra pues es lo que debe darse a lo que se siente o sentimos cuando se trata de la Virgen y de nuestra querida España, y sobre todo cuando pueden intercalarse en el texto, puesto que la materia se presta, las ideas de un príncipe de la Iglesia, [21] el señor Monescillo, que son con seguridad las de todos los españoles.

“Concluida la misa subimos todos al convento juntamente con los principales del pueblo y otras personas de importancia, donde fueron muy bien obsequiados con la finura, atención y prodigalidad que caracterizan al M.R.P. Fr. Salví ofreciéndoles cigarros y un fuerte tente-en-pié [22] que el Hermano Mayor había preparado debajo del Convento para todo el que necesitase acallar las necesidades de su estómago.

“Durante el día no faltó nada para hacer alegre la fiesta y para conservar la animación característica de los españoles, que en ocasiones tales no les es posible contenerse, demostrando ya en canciones o bailes, ya en otras sencillas y alegres distracciones, que tienen corazón noble y fuerte, que las penas no les abaten y que basta se reúnan en el sitio dado tres españoles para que la tristeza y malestar de allí se ausenten. Rindióse pues culto a Terpsícore en muchas casas, pero principalmente en la del ilustrado millonario filipino adonde fuimos todos invitados a comer. Excuso decirle a Ud. que el banquete, opípara y brillantemente servido, fue la segunda edición de las bodas de Caná o Camacho, [23] corregida y aumentada. Mientras gozábamos de los placeres de la bucólica que dirigía un cocinero de la Campana, tocaba la orquesta armoniosas melodías. La hermosísima señorita de la casa lucía un traje de mestiza [24] y una cascada de brillantes, y fue como siempre la reina de la fiesta. Todos deploramos en el fondo de nuestra alma que una ligera torcedura de su lindo pie la haya privado de los placeres del baile, pues si hemos de juzgar por lo que sus perfecciones en todo demuestran, la señorita de los Santos debe bailar como una sílfide.

[20] Himno en latín. Surge Domine se traduce como 'levántate Señor.'

[21] Así se llaman tradicionalmente a los cardenales de la iglesia católica.

[22] Aperitivo que se sirve con bebidas entre comidas. El apelativo se refiere a que algo de comer cuando hay apetito ayuda a mantenerse vivo, 'en pié.'

[23] El episodio bíblico de las bodas en Caná donde el agua se convirtió en vino es de todos conocido. Las Bodas de Camacho es una sub-novela (hay un buen número de ellas) en los capítulos XX y XXI de la segunda parte del Quijote de Cervantes; por su abundancia, las bodas de Camacho se han convertido en figura de todo banquete opíparo. Se pueden leer estos episodios, y toda la novela si se quiere, en El Quijote.

[24] Traje de fiesta femenino que estaba compuesto de cuatro piezas: el pañuelo o alampay (la pañoleta sobre los hombros), camisola, falda de cola y tápis (pieza ajustada que cubre las piernas de la rodilla a las caderas por encima de la falda).

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