Capítulo 9: Pilatos

La noticia de aquella desgracia se supo en el pueblo; unoslo lamentaron y otros se encogieron de hombros. Ninguno teníala culpa y nadie lo cargaba sobre su conciencia.

El teniente de la Guardia Civil ni se inmutó siquiera; teníaorden de recoger todas las armas y había cumplido con sudeber; perseguía á los tulisanes siempre que podía, y cuandosecuestraron á Cabesang Tales, él organizó inmediatamenteuna batida y trajo al pueblo maniatados codo con codo á cincoó seis campesinos que le parecieron sospechosos, y si no apa-reció Cabesang Tales era porque no estaba en los bolsillosni debajo de la piel de los presos que fueron activamentesacudidos.

El lego hacendero se encogió de hombros. Él nada tenía quever : cuestion de tulisanes! y él solo cumplía con su obligacion.Cierto que si no se hubiese quejado, acaso no hubieran recogidolas armas y el pobre Cabesa no habría sido secuestrado, pero él,Fr. Clemente, tenía que mirar por su seguridad y aquel Talestenía una manera de mirar que parecía escoger un buen blancoen alguna parte de su cuerpo. La defensa es natural. Si haytulisanes, la culpa no es de él; su deber no es perseguirlos, esole toca á la Guardia Civil. Si Cabesang Tales en vez de vagarpor sus terrenos se hubiese quedado en casa, no habría caidoprisionero. En fin, aquello era un castigo del cielo contra losque se resisten á las exigencias de su corporacion.

Hermana Penchang, la vieja devota en cuya casa servíaJuli, lo supo, soltó dos ó tres susmariosep! se santiguó y añadió :

— Muchas veces nos envía Dios esas cosas porque somospecadores ó porque tenemos parientes pecadores á quienes de-biéramos haber enseñado la piedad y no lo hemos hecho.

Estos parientes pecadores querian decir Juliana; para ladevota, Juli era una gran pecadora.

— Figuraos una joven ya casadera que no sabe todavíarezar! Jesus, que escándalo! Pues no dice la indigna el Dios tesalve Maria sin pararse en es contigo, y el santa Maria sin hacerpausa en pecadores, como toda buena cristiana que teme á Diosdebe hacer? Susmariosep! No sabe el oretnus gratiam y dicementibus por Inéntibus ! Cualquiera al oirla creería que estáhablando de suman de ibus. Susmariosep !

Y se hacía una cruz escandalizada y daba gracias á Diosque había permitido fuese secuestrado el padre para que lahija salga del pecado y aprenda las virtudes que segun loscuras deben adornar á toda mujer cristiana. Y por esto laretenía en su servicio, no la dejaba volver al barrio para cuidarde su abuelo. Julí tenía que aprender á rezar, leer los libritosque distribuyen los frailes y trabajar hasta que pague los des-cientos cincuenta pesos.

Cuando supo que Basilio se había ido á Manilapara sacar sus economías y rescatar á Juli de la casa endonde servía, creyó la buena mujer que la joven se perdíapara siempre y que el diablo se le iba á presentar bajo laforma del estudiante. ¡Fastidioso y todo, cuánta razon teníaaquel librito que le había dado el cura! Los jóvenes que vaná Manila para aprender, se pierden y pierden á los demás.Y creyendo salvar á Juli la hacía leer y releer el libritode landang Basio Macunat recomendándola fuese siempre áverse con el cura en el convento, como hacía la heroina quetanto ensalzaba el fraile, su autor.

Entretanto los frailes estaban de enhorabuena: habíanganado definitivamente el pleito y aprovecharon el cautiveriode Cabesang Tales para entregar sus terrenos al que los habíasolicitado, sin el más pequeño pundonor, sin la menor pizca devergüenza. Cuando volvió el antíguo dueño y se enteró de loque había pasado, cuando vió en poder de otro sus terrenos,aquellos terrenos que le habían costado las vidas de su mujeré hija; cuando halló á su padre mudo, á su hija sirviendocomo criada con más una orden del tribunal, trasmitida por elteniente del barrio, para desalojar la casa y abandonarla dentrode tres días, Cabesang Tales no dijo una sola palabra, sentóseal lado de su padre y apenas habló en todo el día.

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masamâ ang tubò ng dilà