Capítulo 35: La Fiesta - Page 4 of 8

Despues vió bajar á Simoun llevando en brazos la terriblelámpara, le vió atravesar el zaguan lentamente, con.la cabezabaja y corno reflexionando. Basilio sintió que su corazon latíadebilmente, que sus piés y manos se enfriaban y que la negrasilueta del joyero adquiría contornos fantásticos, circundadosde llamas. Allá se detenía Simoun al pié de la escalera y comodudáriclo; Basilio no respiraba. La vacilacion duró poco: Simounlevantó la cabeza, subió resueltamente las escaleras y desa-pareció.

Parecióle entonces al estudiante que la casa iba á estallarde un momento á otro y que paredes, lámparas, convidados,tejado, ventanas, orquesta, volaban lanzados por los airescomo un puñado de brasas en medio de una detonacion infer-nal; miró en torno suyo y creyó ver cadáveres en lugar decuriosos; los veía mutilados, le pareció que el aire se llenabade llamas, pero la serenidad de su juicio triunfó de aquellaalucinacion pasagera que el hambre favorecía y se dijo :

—Mientras no baje, no hay peligro. Aun no ha llegado elCapitan General!

Y procuró aparecer sereno dominando el temblor convulsivode sus piernas, y trató de distraerse pensando en otras cosas.Alguien se burlaba de él en su interior y le decía :

—Si tiemblas ahora, antes de los momentos supremos,¿cómo te portarás cuando veas correr sangre, arder las casasy silbar las balas?

Llegó S. E., pero el joven no se fijó en él : observaba lacara de Simoun que era uno de los que habían bajado pararecibirle, y leyó en la implacable fisonomía la sentencia demuerte de todos aquellos hombres, y entonces nuevo terror seapoderó de él. Tuvo frío, se apoyó contra el muro de la casa y,fijos los ojos en las ventanas y atentos los oídos, quiso adivinar lo que podía pasar. Vió en la sala la multitud rodeando áSimoun, y contemplando la lámpara; oyó varias felicitaciones,exclamaciones de admiracion; las palabras • comedor, estreno)se repitieron varias veces; vió al General sonreirse y conjeturóque se estrenaria aquella misma noche segun la prevision deljoyero y, por cierto, en la mesa donde iba á cenar Su Excelen-cia. Simoun desapareció, seguido de una multitud de admira-dores.

En aquel momento supremo su buen corazon triunfó, olvidósus odios, olvidóse de juli, quiso salvará los inocentes y decidido,suceda lo que suceda, atravesó la calle y quiso entrar. PeroBasilio había olvidado que iba miserablemente vestido; el por-tero le detuvo, le interpeló groseramente, y al ver su insistencia,le amenazó con llamar á una pareja de la Veterana.

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