Capítulo 35: La Fiesta - Page 7 of 8

— ¿Juan Crisóstomo Ibarra? quién es ése? preguntó S. E.pasando el papel al vecino.

—¡Vaya una broma de mal gusto! repuso don Custodio:firmar el papel con el nombre de un filibusterillo, muerto hacemas de diez años!

—Filibusterillo !!

—¡Es una broma sediciosa!

—Habiendo señoras...

El P. Irene buscaba al bromista y vió al P. Salví, que estabasentado á la derecha de la condesa, ponerse pálido como suservilleta mientras con los ojos desencajados contemplaba lasmisteriosas palabras. La escena de la esfinge se le presentó enla memoria!

— ¿Qué hay, P. Salví? preguntó; ¿está usted reconociendo lafirma de su amigo?

El P. Salví no contestó; hizo ademan de hablar y sin aperci-birse de lo que hacía, se pasó por la frente la servilleta.

—¿Qué le pasa á V. R?

—¡Es su misma escritura! contestó en voz baja, apenasinteligible ; es la misma escritura de Ibarra!

Y recostándose contra el respaldo de su silla, dejó caer losbrazcs como si le faltasen las fuerzas.

La inquietud convirtióse en terror; se miraron unos á otrossin decirse una sola palabra. S. E. quiso levantarse, perotemiendo lo atribuyeran á miedo, se dominó y miró en tornosuyo. No había soldados: los criados que servían le eran des-conocidos.

—Sigamos comiendo, señores, repuso, y no demos impor-tancia á una broma!

Pero su voz, en vez de tranquilizar, aumentó la inquietud;la voz temblaba.

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ibakô