Capítulo 50: La Familia De Elías - Page 4 of 4

Elías estaba transfigurado: de pie, descubierto, su semblante varonil, iluminado por la luna, tenía algo de extraordinario. Sacudió su abundante cabellera y continuó.

- ¿No veis como todo despierta?. El sueño duró siglos, un día cayó el rayo, y el rayo, al destruir, llamó la vida; desde entonces nuevas tendencias trabajan los espíritus, y estas tendencias, hoy separadas, se unirán un día guiadas por Dios. Dios no ha faltado a los otros pueblos, tampoco faltará al nuestro; su causa es la causa de la libertad.

Un silencio solemne siguió a estas palabras. Entretanto la barca, llevada insensiblemente por las olas, se acercaba a la orilla. Elías fue el primero que rompió el silencio.

- ¿Qué he de decir a los que me envían? –preguntó cambiando de tono.

- Ya os lo he dicho: que deploro mucho su estado, pero que esperen, pues los males no se curan con otros males y en nuestra desgracia todos tenemos nuestras culpas.

Elías no volvió a replicar; bajó la cabeza, continuó remando, y llegado a la orilla, se despidió de Ibarra diciendo:

- Os doy gracias, señor, por la condescendencia que habéis tenido conmigo; en interés vuestro os pido que en adelante olvidéis de mí y no me reconozcáis en cualquier situación que me encontréis.

Y dicho esto, volvió a conducir la barca, remando en dirección a la espesura de la playa. Durante la larga travesía permaneció silencioso; parecía no ver otra cosa que los millares de diamantes, que con el remo sacaba y devolvía al lago donde desaparecían misteriosos entre las azules ondas.

Por fin llegó; un hombre salió de la espesura y se le acercó.

- ¿Qué digo a Capitán? –preguntó.

- Dile que Elías, si no muere antes, cumplirá su palabra –contestó tristemente.

- Entonces ¿cuándo te reunirás con nosotros?.

- Cuando vuestro Capitán crea que ha llegado la hora del peligro.

- ¡Está bien, adiós!.

- ¡Si no muero antes! –murmuraba.

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may sunong nang abaká