Capítulo 23: La Pesca - Page 2 of 9

Este que tenía una fisonomía de socarrón, al oír que le aludían, adoptó un ademán compungido, caricaturizando al P. Salví. Ibarra, sin perder su seriedad, tomaba también parte en la alegría de sus compañeros.

Al llegar a la playa, escapáronse involuntariamente de los labios de las mujeresexclamaciones de asombro y alegría. Veían dos grandes barcas, unidas entre sí, pintorescamente adornadas con guirnaldas de flores y hojas, con telas abollonadas de varios colores: farolitos de papel colgaban de la improvisada cubierta alternando entre rosas y claveles, frutas como piñas, kasuy, plátanos, guayabas y lanzones, etc. [6] Ibarra había traído sus alfombras, tapices y cojines, y formando con ellos cómodos asientos para las mujeres. Los tikines [7] y los remos tenían también sus adornos. En la barca mejor adornada había un arpa, guitarras, acordeones y un cuerno de carabao; en la otra ardía el fuego en kalanes de barro; preparábase té, café y salabat para el desayuno. [8]

- ¡Aquí las mujeres, allí los hombres! –decían las madres al embarcarse-. ¡Estaos quietas!. No moverse mucho que vamos a naufragar.

- ¡Hacer antes la señal de la cruz! –decía tía Isabel persignándose.

- Y ¿estaremos aquí tan solas? –preguntaba Sinang haciendo mohín-. ¿Nosotras solamente?... ¡aray!. [9]

Este ¡aray! lo causaba un pellizco que a tiempo le propinó su madre.

Las barcas se iban alejando lentamente de la playa reflejando la luz de los faroles en el espejo del lago, completamente tranquilo. En el Oriente aparecían las primeras tintas de la aurora.

Reinaba bastante silencio; la juventud, con la separación establecida por las madres, parecía dedicarse a la meditación.

- ¡Ten cuidado! –dijo en voz alta Albino, el seminarista, a otro joven-, pisa bien la estopa que hay debajo de tu pie.

- ¿Pues?.

- Puede saltar y entrar el agua: esta barca tiene muchos agujeros.

- ¡Ay, que nos hundimos! –gritaron las mujeres espantadas.

- ¡No tengáis cuidado, señoras! –les tranquiliza el seminarista-. Esa barca está segura: no tiene más que cinco agujeros y no muy grandes.

- ¡Cinco agujeros!. ¡Jesús!. ¿Es que queréis ahogarnos? –exclamaron las mujeres horrorizadas.

- ¡Nada más que cinco, señoras, y así de grandes! –aseguraba el seminarista enseñándoles la pequeña circunferencia formada por sus dedos índice y pulgar-. Pisad bien las estopas para que no salten.

- ¡Dios mío!. ¡María Santísima!. ¡Ya entra agua! –gritó una vieja que sentía mojarse.

Hubo un pequeño tumulto; unas chillaban, otras pensaban saltar al agua.

- ¡Pisad bien las estopas allí! –continuaba Albino señalando hacia el sitio donde están las jóvenes.

- ¿Dónde?. ¿Dónde?. ¡Dios!. ¡No lo sabemos!. ¡Por piedad, venid que no lo sabemos! –imploraban las temerosas mujeres.

[6] Plato de frutas tropicales de la estación. Guayabas son frutas redondas del tamaño de una manzana, piel gruesa correosa e incomestible y carne poco jugosa semidulce con pepitas como los tomates. Kasuy es el anacardio. Los lanzones son una de las frutas más deliciosas de Filipinas, poco conocidas fuera del sureste de Asia, de piel delgada pero incomestible y carne distribuída en gajos muy suaves de sabor agridulce; abundan en las sombras de los bosques al suroeste del lago.

[7] Pértigas largas de caña con las que se empujan balsas y barcas en agua de poca profundidad.

[8] Kalán es un fogón portátil de barro donde se cocina al fuego de carbón de leña. Tiene un diseño eficiente creando siempre una corriente de aire muy caliente que se haca pasar al rededor de los utensilios de cocina, normalmente también de barro.
Salabat es una infusión de gengibre fresco hervido en agua. Es bebida popular de un sabor muy agradable aunque produce una leve irritación en las mucosas bucales. Es bebida que quita el carraspeo de garganta y puede curar ronqueras dejando las mucosas algo secas.

[9] Expletivo de dolor, equivalente al español ay!

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di-maliparáng-uwák