Capítulo 23: La Pesca - Page 6 of 9

-¡Señora! –contestó el ex-seminarista solemnemente-, he oído hablar de un pobre trompetero, allá en las orillas del Rhin, que por tocar trompeta se casó con una noble y rica doncella.

- Es verdad, el Trompetero de Säckingen! [15] –añadió Ibarra, no pudiendo menos de tomar parte en la nueva animación.

- ¿Lo oís? –contestó Albino-, pues yo quiero ver si tengo la misma suerte.

Y volvió a soplar aún con más bríos en el resonante cuerno, acercando particularmente la trompa a los oídos de las jóvenes que más tristes se habían puesto. Naturalmente, hubo un pequeño alboroto; las madres le hicieron callar a fuerza de chinelazos y pellizcos.

- ¡Aray!, ¡aray! –decía palpándose los brazos-. ¡La distancia que separa Filipinas de las orillas del Rhin!. ¡Oh tempora!, ¡oh mores!. [16] ¡A unos les dan encomiendas y a otros sambenitos!.

Ya todas reían, hasta la Victoria misma; sin embargo, Sinang, la de los alegres ojos, decía en voz baja a María Clara:

- ¡Feliz tú!. ¡Ay, yo también cantaría si pudiese!.

Andeng anunció al fin que el caldo estaba ya dispuesto a recibir a sus huéspedes.

El jovencito, el hijo del pescador, subió entonces sobre el encerradero o bolsa del corral, colocado en el extremo más estrecho de éste, donde se podía escribir el Lasciate ogni speranza voi ch’entrate, [17] si los desgraciados peces supieran leer italiano y entenderlo: pez que entra allí no salía sino para morir. Es un espacio casi circular de un metro de diámetro aproximadamente dispuesto de manera que un hombre puede tenerse de pie en la parte superior, para desde allí retirar los peces con la redecilla.

- ¡Allí sí que no me aburriría el pescar con caña! –decía Sinang estremeciéndose de placer.

Todos estaban atentos: ya algunos creían ver los peces colear y agitarse dentro de la red, brillar sus relucientes escamas, etc. Sin embargo, al introducirla el joven, no saltó pez ninguno.

- Debe estar lleno –decía Albino en voz baja-, hace más de cinco días que no se ha visitado.

El pescador retiró la caña... ¡ay!, ni un pececito adornaba la red; el agua, al caer en abundantes gotas que el sol iluminaba, parecía reír con risa argentina. Un ¡ah! de admiración, de disgusto, de desengaño se escapó de los labios de todos.

El joven repitió la misma operación, y el mismo resultado.

- ¡No entiendes tu oficio! –le dijo Albino trepando al encerrado y arrancando la red de las manos del joven-. ¡Ahora lo veréis!. ¡Andeng, abre la olla!.

Pero Albino tampoco lo entendía: continuó vacía la red. Todos se le echaron a reír.

- ¡No hagáis ruido que os oyen los peces y no se dejan coger! –dijo-. ¡Esta red debe estar rota!.

Pero la red tenía íntegras todas sus mallas.

- Déjame a mí –díjole León, el novio de Iday.

[15] Referencia a un cuento anónimo de amor del siglo XVII recontado por J. Viktor von Scheffel a mediados del siglo XIX, 'Der Trumpeter von Säckingen.' El cuento con todas sus peripecias ha sido tema de varios dramas y operetas en Alemania. Rizal viajó mucho por Alemania y sin duda leyó allí este cuento o un libreto con su historia.

[16] En latín, 'Qué tiempos y qué costumbres.' Exclamación efectista de Cicerón en el primero de sus varios discursos en el senado contra Catilina quejándose de la impunidad de los crímenes de éste.

[17] En italiano, 'abandonad toda esperanza, oh! vosotros que entráis,' frase que Dante pone en el dintel del Infierno de su Divina Comedia.

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