Capítulo 60: María Clara Se Casa - Page 6 of 9

- Hizo quemar su casa creyendo salvarse, pero no contaba con la huéspeda, esto es, con la querida, con la babai [38] –añadió riendo-. ¡Está de Dios!. ¡Santiago cierra España!.

Entretanto el viejo militar se detuvo en uno de sus paseos y se acercó a María Clara, que escuchaba la conversación, inmóvil en su asiento: a sus pies se veían las flores.

- Ud. es una joven muy prudente –le dijo el viejo teniente en voz baja-; ha hecho Ud. bien en entregar la carta... así se aseguran Uds. un tranquilo porvenir.

Ella le vio alejarse con ojos atontados, mordiéndose los labios. Afortunadamente pasó la tía Isabel. María Clara tuvo la fuerza suficiente para cogerla del vestido.

- ¡Tía! –murmuró.

- ¿Qué tienes? –preguntó ésta espantada al ver la cara de la joven.

- ¡Conducidme a mi cuarto! –suplicó colgándose del brazo de la anciana para levantarse.

- ¿Estás enferma, hija mía?. ¿Parece que has perdido los huesos?, ¿qué tienes?.

- Un mareo... la gente de la sala... tanta luz... necesito descansar. Decid a mi padre que dormiré.

- ¡Estás fría!, quieres té?.

María Clara movió la cabeza negativamente, cerró con llave la puerta de su alcoba y sin fuerzas se dejó caer en el suelo, al pie de una imagen, sollozando.

- ¡Madre, madre, madre mía!.

Por la ventana y la puerta, que comunicaba con la azotea, entraba la luz de la luna.

La música seguía tocando alegres valses; llegaban hasta la alcoba las risas y el run run de las conversaciones; varias veces tocaron a la puerta su padre, tía Isabel, Dª. Victorina y aun Linares, pero María Clara no se movió: un estertor se escapaba de su pecho.

[38] Mujer, hembra, en tagalog.

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mataás ang lipád