Capítulo 56: Lo Que Se Dice Y Lo Que Se Cree - Page 3 of 6

- Acabo de venir del tribunal donde he visto presos a D. Filipo y a D.Crisóstomo –decía un hombre a Hermana Putê-; he hablado con uno de los cuadrilleros que están de guardia. Pues Bruno, el hijo de aquel que murió apaleado, lo declaró todo anoche. Como sabéis, Capitán Tiago casa su hija con el joven español; D. Crisóstomo, ofendido, quiso vengarse y trató de matar a todos los españoles, hasta al cura; anoche atacaron el cuartel y el convento; y felizmente, por la misericordia de Dios, el cura estaba en casa de Capitán Tiago. Dicen que se escaparon muchos. Los guardias civiles quemaron la casa de D. Crisóstomo, y si no le prenden antes, le queman también.

- ¿Le quemaron la casa?.

- Todos los criados están presos. ¡Ved como todavía se ve desde aquí el humo! –dice el narrador acercándose a la ventana-; los que vienen de allá cuentan cosas muy tristes.

Todos miran hacia el sitio indicado: una ligera columna de humo subía aún lentamente al cielo. Todos hacen comentarios más o menos piadosos, más o menos acusadores.

- ¡Pobre joven! –exclama un viejo, el marido de la Putê.

- ¡Sí! –le contesta ella-, pero mira que ayer no mandó decir misa por el alma de su padre, que sin duda la necesitará más que los otros.

- Pero mujer, ¿no tienes tú compasión...?.

- ¿Compasión con los excomulgados?. Es un pecado tenerla con los enemigos de Dios, dicen los curas. ¿Os acordáis?. ¡En el Campo Santo andaba como en un corral!.

- Pero si el corral y el Campo Santo se parecen –responde el viejo-; sólo que en aquél no entran más que animales de una especie...

- ¡Vamos! –le grita Hermana Putê-; todavía le vas a defender a quien Dios tan claramente castiga. Verás como te prenden a ti también. ¡Sostén una casa que se cae!.

El marido se calló ante el argumento.

- ¡Ya! –prosigue la vieja-, después de pegar al P. Dámaso, no le quedaba más que matar al P. Salví.

- Pero no me puedes negar que era bueno cuando chico.

- Sí, era bueno –replica la vieja-, pero se fue a España; todos los que se van a España se vuelven herejes, han dicho los curas.

- ¡Ohoy! –le replicó el marido que vio su revancha- ¿y el cura y todos los curas, y el Arzobispo, y el Papa y la Virgen no son de España?. ¡Abá!, ¿serán también herejes?, ¡abá!.

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nagdaán sa bitháy