Capítulo 35: Comentarios - Page 2 of 5

- ¿Si el P. Dámaso hubiese tenido la mitad de la prudencia del señor Ibarra, queríais decir probablemente? –interrumpía D. Filipo-. El mal está en que se han trocado los papeles; el joven se ha mostrado como un viejo y el viejo como un joven.

- Y ¿decís que ninguno se movió, ninguno acudió a separarlos, fuera de la hija de Capitán Tiago? –pregunta Capitán Martín-. ¿Ninguno de los frailes, ni el Alcalde?. ¡Hm!. ¡Peor que te peor!. No quisiera estar en el pellejo del joven. Nadie le podrá perdonar el haberle tenido miedo. ¡Pero que te peor, hm!. [26]

- ¿Lo creéis? –pregunta con interés Capitán Basilio.

- Espero –dice D. Filipo cambiando con éste una mirada- que el pueblo no le ha de abandonar. Debemos pensar en lo que su familia ha hecho y en lo que está haciendo ahora. Y si acaso, acobardado, el pueblo se calla, sus amigos...

- Pero, señores –interrumpe el gobernadorcillo-, ¿qué podemos hacer nosotros? ¿qué puede el pueblo?. ¡Suceda lo que suceda, los frailes siempre tienen razón!.

- Tienen siempre razón, porque nosotros siempre se la damos –contesta D. Filipo con impaciencia, recargando el acento en la palabra “siempre”-; ¡démonosla una vez y entonces hablaremos!.

El gobernadorcillo se rascó la cabeza y mirando al techo repuso con voz agria:

- ¡Ay! ¡el calor de la sangre!. Parece que no sabéis aún en qué país estamos; no conocéis a nuestros paisanos. Los frailes son ricos y están unidos, y nosotros divididos y pobres. ¡Sí!, tratad de defenderle y veréis cómo os dejan solo en el compromiso.

- ¡Sí! –exclama D- Filipo con amargura-, eso sucederá mientras se piense así, mientras miedo y prudencia sean sinónimos. Se atiende más a un mal eventual que al bien necesario; al instante se presenta el miedo y veréis cómo os dejan colgado!. ¿No sabéis el refrán español: la caridad bien entendida empieza por sí mismo?.

- ¡Mejor diríais –contesta exasperado el teniente mayor- que la cobardía bien entendida empieza por el egoísmo y acaba por la vergüenza!. Ahora mismo presento mi dimisión al Alcalde; harto estoy de pasar por ridículo sin ser a nadie útil... ¡Adiós!.

Las mujeres opinaban de otra manera.

- ¡Ay! –suspiraba una mujer de expresión bondadosa-; ¡los jóvenes siempre serán así!. Si viviese su buena madre, ¿qué diría?. ¡Ay, Dios!. Cuando pienso que otro tanto puede pasarle a mi hijo que también tiene la cabeza caliente... ¡ay, Jesús!, casi le tengo envidia a su difunta madre... ¡me moriría de pena!.

[26] El Capitán Martín no domina bien el castellano e incluye sin necesidad en sus frases coloquiales el 'te.' En el manuscrito original de Rizal se subrayan las dos veces que el buen capitán incluye el 'te,' aviso al tipógrafo para que use bastardillas. Posiblemente sin intentarlo y simplemente debido a su maestría y naturalidad como narrador, Rizal pinta al vivo la diferente penetración del español como lengua en Filipinas: las clases educadas en las ciudades hablando correcto castellano y la población rural de cierto nivel social hablándolo sin mucha corrección.

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íisá ang tugtugin