Capítulo 3: La Cena - Page 2 of 3

- ¡Quieto!, ¡no se levante Ud.! –dijo Capitán Tiago poniendo la mano sobre el hombro del joven-. Precisamente esta fiesta es para dar gracias a la Virgen por su llegada de Ud. ¡Oy!, [29] que traigan la tinola. Mandé hacer tinola por Ud., que hace tiempo no lo habrá probado.

Trajeron una gran fuente que humeaba. El dominico, después de murmurar el Benedicite, [30] al que casi nadie supo contestar, principió a repartir el contenido. Pero sea por descuido u otra cosa, al P. Dámaso le tocó el plato donde entre mucha calabaza y caldo nadaban un cuello desnudo y un ala dura de gallina, mientras los otros comían piernas y pechugas, principalmente Ibarra, a quien le cupieron en suerte los menudillos. El franciscano vio todo, machacó los calabacines, tomó un poco de caldo, dejó caer la cuchara con ruido y empujó bruscamente el plato hacia delante. El dominico estaba muy distraído hablando con el joven rubio.

- ¿Cuánto tiempo hace que falta Ud. en el país? –preguntaba Laruja a Ibarra.

- Casi unos siete años.

- ¡Vamos, ya se habrá Ud. olvidado de él!.

- Todo lo contrario: y aunque mi país parecía haberme olvidado, siempre he pensado en él.

- ¿Qué quiere Ud. decir? –preguntó el rubio.

- Quería decir que hace un año he dejado de recibir, noticias de aquí, de tal manera que me encuentro como un extraño, ¡qué ni aun sabe cuándo ni cómo murió su padre!.

- ¡Ah! –exclamó el teniente.

- Y ¿dónde estaba Ud. que no ha telegrafiado? –preguntó Dª Victorina-. Cuando nos casamos, telegrafiamos a la Peñínsula.

- Señora, estos dos últimos años estaba en el Norte de Europa: en Alemania y en la Polonia rusa.

El Doctor De Espadaña, que hasta ahora no se había atrevido a hablar, creyó conveniente decir algo.

- Co... conocí en España a un polaco de Va... Varsovia, llamado Stadtnitzki, si mal no recuerdo; ¿le ha visto Ud. por ventura? –preguntó tímidamente y casi ruborizándose.

- Es muy posible –contestó con amabilidad Ibarra-, pero en este momento no lo recuerdo.

- ¡Pues, no se le podía co... confundir con otro! –añadió el Doctor, que cobró ánimo-; era rubio como el oro y hablaba mal el español.

- Buenas señas son, pero desgraciadamente allá no he hablado una palabra de español más que en algunos consulados.

- Y ¿cómo se arreglaba Ud.? –preguntó admirada Dª Victorina.

- Me servía del idioma del país, señora.

[29] Es apelativo derivado del castellano y muy común en conversación en tagalog. Se usa para llamar la atención en situaciones de mucha informalidad. Hoy se pronuncia con una 'o' aspirada.

[30] Bendecid, imperativo latino con el que se pide al presidente de la mesa que bendiga la comida.

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magtindá ng asín