Capítulo 39: Conclucion - Page 7 of 8

— Un Dios justísimo, señor Simoun, contestó al sacerdote;un Dios que castiga nuestra falta de fé, nuestros vicios, el pocoaprecio que hacemos de la dignidad, de las virtudes cívicas...Toleramos y nos hacemos cómplices del vicio, á veces lo aplaudimos, justo es, justísimo que suframos sus consecuencias ylas sufran tambien nuestros hijos. Es el Dios de libertad,señor Simoun, que nos obliga á amarla haciendo que nos seapesado el yugo; un Dios de misericordia, de equidad, que alpar que nos castiga nos mejora, y solo concede el bienestar alque se lo ha merecido por sus esfuerzos: la escuela del sufri-miento templa, la arena del combate vigoriza las almas. Yo noquiero decir que nuestra libertad se conquiste á filo de espada,la espada entra por muy poco ya en los destinos modernos,pero, sí, la hemos de conquistar mereciéndola, elevando larazon y la dignidad del individuo, amando lo justo, lo bueno,lo grande hasta morir por él, y cuando un pueblo llega á esa altura, Dios suministra el arma, y caen los ídolos, caen lostiranos como castillo de naipes, y brilla la libertad con la pri-mera aurora! Nuestro mal lo debemos á nosotros mismos, noechemos la culpa á nadie. Si España nos viese menos compla-cientes con la tiranía, y más dispuestos á luchar y sufrir pornuestros derechos, España sería la primera en darnos la liber-tad, porque cuando el fruto de la concepcion llega á su madurez¡desgraciada la madre que lo quiera ahogar! En tanto, mientrasel pueblo filipino no tenga suficiente energía para proclamar,alta la frente y desnudo el pecho, su derecho á la vida social ygarantirlo con su sacrificio, con su sangre misma; mientrasveamos á nuestros paisanos, en la vida privada sentir vergüen-zas dentro de sí, oir rugiendo la voz de la conciencia que serebela y protesta, y en la vida pública callarse, hacer coro alque abusa para burlarse del abusado ; mientras los veamosencerrarse en su egoismo y alabar con forzada sonrisa los actosmás inicuos, mendigando con los ojos una parte del botin, ¿áqué darles libertad? Con España y sin España serían siemprelos mismos, y acaso, acaso peores! A qué la independencia silos esclavos de hoy serán los tiranos de mañana? Y lo seránsin duda porque ama la tiranía quien se somete á ella! SeñorSimoun, mientras nuestro pueblo no esté prepardo, mientrasvaya á la lucha engañado ó empujado, sin clara conciencia de loque ha de hacer, fracasarán las más sabias tentativas y másvale que fracasen, porque ¿á qué entregar al novio la esposa sino la ama bastante, si no está dispuesto á morir por ella?

El P. Florentino sintió que el enfermo le cogía la mano y se laestrechaba; calló entonces esperando que hablase, pero solo sin-tió dos apretones más oyó un suspiro y largo silencio reinó en laestancia. Solo el mar, cuyas olas se habían encrespado con labrisa de la noche como si despertasen del calor del dia, enviabasus roncos bramidos, su canto inmortal al estrellarse contralas enhiestas rocas. La luna, ya sin la rivalidad del sol, triunfabatranquila en el cielo, y los árboles del bosque inclinándoseunos á otros, se confiaban sus seculares leyendas en misteriososmurmullos, que trasportaba en sus alas el viento.

Viendo que el enfermo nada decía, el P. Florentino comoabsorto en un pensamiento, murmuró :

— Dónde está la juventud que ha de consagrar sus rosadashoras, sus ilusiones y entusiasmo al bien de su patria? Dónde está la que ha de verter generosa su sangre para lavar tantasvergüenzas, tantos crímenes, tanta abominacion? Pura y sinmancha ha de ser la víctima para que el holocausto sea acep-table!... Dónde estais, jóvenes, que habeis de encarnar envosotros el vigor de la vida que ha huido de nuestras venas, lapureza de las ideas que se ha manchado en nuestros cerebros yel fuego del entusiasmo que se ha apagado en nuestros corazo-nes?... os esperamos, o jóvenes, venid que os esperamos!

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mantsá sa mukhá