Capítulo 39: Conclucion - Page 3 of 8

En esto pensaba el buen anciano cuando un criado vino áadvertirle que el enfermo le deseaba hablar. Pasó á la estanciainmediata, un limpio y bien ventilado aposento, con el pavi-mento hecho de anchas tablas brillantes y pulidas, ameubladosencillamente con grandes y pesados sillones, de forma antigua,sin barniz ni dibujos. Había en un estremo una gran cama dekamagon con sus cuatro columnas para sostener la corona delmosquitero y, al lado, una mesa cubierta de botellas, hilas yvendajes. Un reclinatorio á los piés de un Cristo y unapequeña biblioteca hacían sospechar que era el aposento delsacerdote, cedido á su huésped, segun la costumbre filipina deceder al forastero la mejor mesa, el mejor cuarto y la mejorcama de la casa. Al ver las ventanas abiertas en todo su largopara dejar entrada libre al aire sano del mar y los ecos de sueterno lamento, nadie en Filipinas diría que allí se encontrabaun paciente, pues es costumbre de cerrar todas las ventanasy las más pequeñas rendijas tan pronto como alguno se acatarra6 coge un dolor de cabeza insignificante.

El P. Florentino miró hácia la cama y con gran espantosuyo vió que la fisonomía del enfermo había perdido su espre-sion tranquila é irónica. Un dolor oculto parecía fruncir suscejas, en la mirada se leía la ansiedad y sus labios se contraíanen una sonrisa de dolor.

— ¿Sufre usted, señor Simoun? preguntó solícito el sacerdoteacercándose.

—Algo, pero dentro de poco, dejaré de sufrir! contestó agi-tando la cabeza.

El P. Florentino juntó las manos aterrado, creyendo com-prender una terrible verdad.

—¿Qué ha hecho usted, Dios mio? Qué ha tomado usted?y tendió la mano hácia las botellas.

—Es inútil ! no hay remedio ninguno! contestó con dolorosasonrisa; qué quería usted que hiciese?antes que den las ocho...Vivo ó muerto... muerto sí, pero vivo no!

—¡Dios mio, Dios mio! Qué ha hecho usted?

—Cálmese usted! le interrumpió el enfermo con un gesto;lo hecho hecho está. No debo caer vivo en manos de nadie...pueden arrancarme el secreto. No se apure, no pierda lacabeza, es inutil... Escúcheme! va á venir la noche y no haytiempo que perder... necesito decirle mi secreto, necesito con-fiarle mi última voluntad... necesito que usted vea mi vida...En el momento supremo quiero aligerarme de un peso, quieroesplicarme una duda... Usted que tanto cree en Dios... quieroque me diga si hay un Dios!

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mala-bayawak