Capítulo 38: Fatalidad - Page 3 of 4

—Ah !. es que aquellos son enemigos y embisten, mientrasque éstos... éstos son paisanos nuestros !

Y acercándose dijo al oido del Carolino:

—¡Qué simple eres! Se les trata así para que ensayen derebelarse ó escaparse y entonces... pung!

El Carolino no contestó.

Uno de los presos suplicó que le dejasen descansar porquetenía que hacer una necesidad.

—¡El lugar es peligroso! contestó el cabo, mirando inquietoal monte; súlung!

— Súlung! repitió Mautang.

Y silbó la vara. El preso se retorció y le miró con ojos dereproche:

— Eres más cruel que el mismo español! dijo el preso.

Mautang le replicó con otros golpes. Casi al mismo tiemposilbó una bala, seguida de una detonacion: Mautang soltó elfusil, lanzó un juramento y llevándose ambas manos al pecho cayó girando sobre sí mismo. El preso le vió revolcándose enel polvo y arrojando sangre por la boca.

— Alto! gritó el cabo poniéndose súbitamente pálido.

Los soldados se pararon y miraron en torno. Una ligeraráfaga de humo salía de unos matorrales en la altura. Silbóotra bala, oyóse otra detonacion y el cabo herido en el muslose dobló lanzando blasfemias. La columna estaba atacada porhombres que se escondían entre las peñas de la altura.

El cabo, sombrío de ira, señaló hácia el racimo de presosy dijo :

— Fuego!

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masamáng dugô