Capítulo 37: El Misterio - Page 2 of 5

Momoy había asistido á la boda y se comprende su póstuma emocion. Momoy había estado cerca del kiosko.

—Es lo que nadie podía explicarse, contestó Chichoy; ¿quién tenía interés en turbar la fiesta? No podia haber másque uno, decía el célebre abogado señor Pasta que estaba devisita, ó un enemigo de don Timoteo ó un rival de Juanito...

Las señoritas de Orenda se volvieron instintivamente hácia Isagani: Isagani se sonrió en silencio.

—Escóndase usted! le dijo Capitana Loleng; pueden calumniarle... escóndase usted!

Isagani volvió á sonreirse y no contestó nada.

—Don Timoteo, prosiguió Chichoy, no sabía á quien atribuir el hecho; él mismo había dirigido los trabajos, él y suamigo Simoun, y nadie más. La casa se alborotó, vino elteniente de la Veterana, y despues de encargar á todos el secreto, me despidieron. Pero...

—Pero... pero... balbuceaba Momoy temblando.

—Nakú ! dijo la Sensia mirando á su novio y temblando tambien al recuerdo de que había estado en la fiesta; este señorito... si llegaba á estallar...

Y miraba á su novio con ojos iracundos y admiraba su valor.

—Si llegaba á estallar...

—No quedaba nadie vivo en toda la calle de Anloague! añadió Capitan Toringoy afectando valor é indiferencia á los ojos de su familia.

—Yo me retiraba consternado, prosiguió Chichoy, pensando en que si solamente una chispa, un cigarrillo, se hubiese caido se hubiese derramado una lámpara; á la hora presente notendriamos ni General, ni Arzobispo, ni nada, ni empleadossiquiera! Todos los que estaban anoche en la fiesta, pulveri-zados!

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asal-Hudas