Capítulo 36: Apuros De Ben Zayb - Page 2 of 5

Vaya tranquilo el bravo guerrero, que con mano esperta rigió los destinos de este país en épocas tan calamitosas! Vaya tranquilo á respirar las balsámicas brisas del Manzanares! Nosotros aquí nos quedaremos como fieles centinelas para venerar su memoria, admirar sus sabias disposiciones, y vengar el infame atentado contra su espléndido regalo, que hemos de encontrar aun cuando tengamos que secar los mares! Tan preciosa reliquia será para este pais eterno monumento de su esplendor, sangre fría y bravura!

Así terminaba algo confuso el artículo y antes que amane-ciese, lo envió a la redaccion ya con la previa autorizacion delcensor. Y se durmió como Napoleon despues de haber dispuestoel plan de la batalla de Jena.

Le despestaron al amanecer con las cuartillas devueltas yuna nota del director, diciendo que S. E. había prohibido severay terminantemente se hablase del asunto y encargado se des-mintiese cuantos comentarios y versiones corrieran, dándolostodos por cuentos, exageraciones y consejas.

Para Ben Zayb aquello era matarle á un hijo tan guapo ytan valiente, nacido y criado con tanto dolor y fatiga y ¿dóndeencajar ahora la soberbia catilinaria, la exhibicion espléndidade aprestos bélico-justicieros ? Y pensar que dentro de un mesó dos iba él á dejar Filipinas, y el artículo no tendría salida enEspaña, porque ¿cómo decir aquello contra los criminales deMadrid si allí imperan otras ideas, se buscan circunstanciasatenuantes, se pesan los hechos, hay jurados etc. etc.? Artí-culos como los suyos eran, como ciertos aguardientes envene-nados que se fabrican en Europa, buenos para vendidos entrelos negros, good for negroes, con la diferencia de que si losnegros no los beben no se destruyen, mientras que los artículosde Ben Zayb, léanlos ó no los filipinos, producían sus efectos.

—¡Si al menos se cometiese otro crímen mañana ó pasado !decía.

Y ante el pensamiento de aquel hijo muerto antes de impreso,capullos helados, y sintiendo que sus ojos se humedecían, sevistió para ver al director. El director se encogió de hombros:S. E. lo había prohibido, porque si se llegaba á divulgar quesiete dioses mayores se dejaron robar y sorprender por uncualquiera mientras blandían tenedores y cuchillos, peligrabala integridad de la Patria! Y así encargaba no se buscase ni lalámpara ni al ladron y recomendaba á sus sucesores no searriesgasen á comer en ninguna casa particular, sin estar rode-ados de alabarderos y guardias. Y como los que aquella nochesupieron algo de los acontecimientos en casa de don Timoteoeran en su mayor parte empleados y militares, no era difícildesmentir el hecho en público: se trataba de la integridad dela patria. Ante este nombre, Ben Zayb bajó la cabeza llenoheroismo, pensando en Abraham, Guzman el Bueno ó, cuandomenos, en Brutus y otros antiguos héroes de la historia,

Tanto sacrificio no podía quedar sin recompensa. El diosde los periodistas estaba satisfecho de Abraham-Ben Zayb.

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