Capítulo 32: Efectos De Los Pasquines - Page 2 of 3

—Vamos, señor Simbad, le había dicho una vez Ben Zayb;deslúmbrenos usted con algo yankee ! Ea, que algo le debeá este país.

—Sin duda alguna! respondía con su seca sonrisa.

—Echará usted la casa por la ventana, eh?

—Es posible, solo que como no tengo casa...

— Haber comprado la de Capitan Tiago que consiguió pornada el señor Pelaez !

Simoun se había callado y desde entonces le vieron á menudoen el almacen de don Timoteo Pelaez, con quien se dijo que sehabía asociado. Semanas despues, por el mes de Abril, corría lavoz de que Juanito Pelaez, el hijo de don Timoteo, se iba ácasar con Paulita Gomez, la joven codiciada por nacionales yestrangeros.

—Hay hombres afortunados ! decían otros comerciantesenvidiosos; comprar una casa por nada, vender bien su par-tida de zinc, asociarse con un Simoun y casar á su hijo con unarica heredera, diga usted que son gollerías que no las tienentodos los hombres honrados!

—Si supieran ustedes de dónde le viene al señor Pelaez esagollería!

Y con el tono de voz se indicaba á sí mismo.

—Y tambien les aseguro que habrá fiesta y en grande,añadía con misterio.

Era cierto, en efecto, que Paulita se casaba con Juanito Pelaez.Sus amores con Isagani se habían desvanecido como todos losprimeros amores, basados en la poesía, en el sentimiento. Lossucesos de la pasquinada y la prision habían despojado al jovende todos sus atractivos. ¿A quién se le ocurre buscar el peligro,desear participar de la suerte de sus compañeros, presentarse,cuando todo el mundo se escondía y rechazaba toda complicidad?Era un quijotismo, una locura, que ninguna persona sensata enManila se lo podía perdonar y tenía mucha razon Juanito enponerle en ridículo, representándole en el momento en que se ibaal Gobierno Civil. Naturalmente, la brillante Paulita ya nopodíaamar á un joven que tan erradamente comprendía la sociedady que todos condenaban. Ella empezó á reflexionar. Juanitoera listo, hábil, alegre, pillo, hijo de un rico comerciante deManila y mestizo español por añadidura, ó si se ha de creer ádon Timoteo, español de pura sangre; en cambio, Isagani eraun indio provinciano que soñaba en sus bosques llenos desanguijuelas, de familia dudosa, con un tío clérigo que quizásserá enemigo del lujo y de bailes, á que ella era muy aficio-nada. Una hermosa mañana cayó pues en la cuenta de que habíasido una solemne tonta en preferirle á su rival y desde entoncesse notó el aumento de la joroba de Pelaez. La ley descubiertapor Darwin la cumplía Paulita inconsciente pero rigurosa-mente: la hembra se entrega al macho más habil, al que sabeadaptarse al medio en que se vive, y para vivir en Manila nohahía otro como Pelaez, que desde pequeño sabía al dedillo lagramática parda.

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maghunos-dilì