Capítulo 28: Tatakut - Page 7 of 7

Aquella noche los guardias de las puertas de la ciudadfueron sustituidos por artilleros peninsulares y al día siguiente,á los primeros rayos del sol, Ben Zayb que se aventuró á darun paseo matinal para ver el estado de las murallas, encontróen el glacis, cerca de la Luneta, el cadáver de una jovencitaindia, medio desnuda y abandonada. Ben Zayb se horrorizóy despues de tocarla con su baston, y mirar hacia la direccionde las puertas, continuó su camino, pensando componer sobreel hecho un cuentecito sentimental. Ninguna alusion, sinembargo, apareció en los periódicos de los días sucesivos, loscuales se ocuparon de caidas y resbalones, ocasionados por cás-caras de plátanos, y, como falto de noticias, el mismo Ben Zaybtuvo que comentar largamente cierto ciclon que en Américadestruyó pueblos y causó la muerte á más de dos mil personas.Entre otras lindezas decía :

El sentiniiento de la caridad MAS LATENTE EN LOS PUEBLOS CATÓLICOSQUE EN OTRO ALGUNO y el recuerdo de Aquel que á. impulsos de la mismase sacrificó por la humanidad, nos mueve (sic) á compasion por las desgracias denuestros semejantes y á hacer votos por que en este país, tan castigado por losciclones, no se produzcan escenas tan desoladoras como las que han debidopresenciar los habitantes de los Estados Unidos! »

Horatius no perdonó la ocasion y, sin hablar tampoco ni delos muertos, ni de la pobre india asesinada, ni de los atropellos,le contestó en su Pirotecnia :

Despues de tanta caridad y tanta humanidad, Fray lbaiiez. digo Ben Zayb,se reduce á pedir para Filipinas.

Pero se comprende.

Porque no es católicoyel sentimiento de la caridad es más latente etc. etc. etc.

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mabuti ang dilà