Capítulo 27: El Fraile Y El Filipino - Page 6 of 8

— Yo no soy el gobierno y no puedo responder de sus actos.¿Qué quieren los estudiantes que hagamos por ellos dentro delos límites en que estamos encerrados?

— No oponerse á la emancipacion de la enseñanza, sinofavorecerla.

El dominico sacudió la cabeza.

— Sin decir mi propia opinion, eso es pedirnos el suicidio,dijo.

—Al contrario, es pedirles paso para no atropellarlos yaplastarlos.

—Hm! dijo el P. Fernandez parándose y quedándose pen-sativo. Empiezen ustedes por pedir algo que no cuestetanto, algo que cada uno de nosotros pueda conceder sinmenoscabo de su dignidad y privilegios, porque si podemosentendernos y y vivir en paz, ¿á qué los odios, á qué las descon-fianzas?

—Descendemos entonces á detalles...

— Sí, porque si tocamos á los cimientos, echaremos abajo eledificio.

—Vayamos pues á los detalles, dejemos la esfera de los prin-cipios, repuso Isagani sonriendo; y sin decir tambien mi propiaopinion — y aquí acentuó el joven la frase — los estudiantescesarían en su actitud y se suavizarían ciertas asperezas si losprofesores supiesen tratarlos mejor de lo que hasta ahora hanhecho... Esto está en sus manos.

—¿Qué? preguntó el dominico; tienen los alumnos algunaqueja de mi conducta?

—Padre, nos hemos convenido desde un principio en nohablar ni de usted ni de mí. Hablamos en general : los estu-diantes, tras de no sacar gran provecho de los años pasados enlas clases, suelen muchos dejar allí girones de su dignidad,sino toda.

El P. Fernandez se mordió los labios.

—Nadie les obliga á estudiar; los campos no están culti-vados, observó secamente.

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