Capítulo 27: El Fraile Y El Filipino - Page 4 of 8

—La instruccion no se da más que al que se la merece! con-testó secamente el P. Fernandez; dársela á hombres sin caractery sin moralidad es prostituirla.

—Y ¿por qué hay hombres sin caracter y sin moralidad?

El dominico se encogió de hombros.

—Defectos que se maman con la leche, que se respiran enel seno de las familias... ¿que sé yo?

—Ah no, P. Fernandez ! exclamó impetuosamente el joven;usted no ha querido profundizar el tema, usted no ha queridomirar al abismo por temor de encontrarse allí con la sombra desus hermanos. Lo que somos, ustedes lo han hecho. Al pueblo que se tiraniza, se le obliga á ser hipócrita; á aquel á quiense le niega la verdad, se le da la mentira; el que se hacetirano, engendra esclavos. No hay moralidad, dice usted, sea!aunque las estadísticas podrían desmentirle porque aqui no secometen crímenes como los de muchos pueblos, cegados por sushumos de moralizadores. Pero, y sin querer ahora analizar quées lo que constituye el carácter y por cuanto entra en la mora-lidad la educacion recibida, convengo con usted en que somosdefectuosos. ¿Quién tiene la culpa de ello? O ustedes que hacetres siglos y medio tienen en sus manos nuestra educacion ónosotros que nos plegamos á todo? si despues de tres siglos ymedio, el escultor no ha podido sacar más que una caricatura,bien torpe debe ser.

— O bien mala la masa de que se sirve.

— Más torpe entonces aun, porque, sabiendo que es mala,no renuncia á la masa y continúa perdiendo tiempo... y nosolo es torpe, defrauda y roba, porque conociendo lo inutil desu obra, la continúa para percibir el salario... y no solo estorpe y ladron, es infame, por que se opone á que todo otroescultor ensaye su habilidad y vea si puede producir algo quevalga la pena! Celos funestos de la incapacidad!

La réplica era viva y el P. Fernandez se sintió cogido. Miróá Isagani y le pareció gigantesco, invencible, imponente, y porprimera vez en su vida creyó ser vencido por un estudiantefilipino. Se arrepintió de haber provocado la polémica, pero eratarde. En su aprieto y encontrándose delante de tan temibleadversario, buscó un buen escudo y echó mano del gobierno.

— Ustedes nos achacan á nosotros todas las faltas porque noven más que nosotros que estamos cerca, dijo en acento menosarrogante; es natural, no me estraña! el pueblo odia al soldadoó al alguacil que :e prende y no al juez que dictó la prision.Ustedes y nosotros estamos todos danzando al compás de unamúsica: si misma levantan el pié al mismo tiempo que noso-tros, no nos culpen de ello; es la música quien dirige nuestrosmovimientos. ¿Creen ustedes que los frailes no tenemos con-ciencia y no queremos el bien? Creen ustedes que no pensamosen vosotros, que no pensamos en nuestro deber, y que solocomemos para vivir y vivimos para reinar? Ojalá así fuera!Pero, como vosotros, seguimos el compás; nos encontramosentre la espada y la pared: ó ustedes nos echan 6 nos «la el gobierno. El gobierno manda, y quien manda, manda, y car-tuchera al cañon!

— De eso se puede inferir, observó Isagani con amargasonrisa, que el gobierno quiere nuestra desmoralizacion?

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nagsilbíng-kanin